Sto Tomas Becket noble, político, religioso y mártir, por María García de Fleury
María García de Fleury
Soy María García de Fleury.
Santo Tomás Beckett nació en 1118 en una familia noble de origen normanda. En sus primeros años de vida su educación corrió a cargo de los monjes del convento de Merton, que era una pequeña abadía situada en el centro de Londres que hacía las funciones de escuela local. Más adelante estudió en Francia y en la Universidad de Bolonia y se distinguía por sus cualidades intelectuales.
A los 24 años estuvo a punto de morir porque se cayó en un canal de agua y fue arrastrado por la corriente hasta un molino que se detuvo en forma instantánea cuando Tomás se acercó a las aspas. Tomás tomó aquel suceso como un aviso y consiguió un puesto como ayudante de Teobaldo, el arzobispo de Inglaterra, un empleo en el que fue ascendiendo rápidamente.
En 1154 se convirtió en diácono de la diócesis de Canterbury y el año después el nuevo rey de Inglaterra, Enrique II, lo nombró canciller del reino. Tomás fue el hombre de más confianza del monarca, vivió una vida agitada en medio de los privilegios del poder, sin embargo, era muy generoso con los pobres y mostraba una gran libertad interior aún frente al rey de quien se convirtió no solamente en consejero sino también en su mejor amigo.
En 1161 a la muerte del obispo de Canterbury el papa Alejandro III lo nombró arzobispo. Ese nombramiento fue fuertemente apoyado por su buen amigo el rey Enrique II. Entonces Enrique II quiso aprovechar la ocasión y limitar la libertad y la independencia de la iglesia católica en Inglaterra escribiendo las constituciones de Clarendon y le pidió a Tomás que firmara la carta que limitaba las prerrogativas de la iglesia, pero Tomás consciente de su nueva posición como arzobispo se negó a firmar y dijo: mis deberes y obligaciones son mucho más con Dios que con un rey terreno.
Tomás Becket fue quien introdujo los postulados reformistas en Inglaterra sobre la total independencia de las estructuras eclesiásticas nacionales con respecto a los deseos del rey. El amigo de un tiempo se transformó así a los ojos del rey en un gran enemigo y esto marcó el inicio de su mala relación con el rey Enrique II, que no se cesó en su empeño de llenar la trayectoria de Tomás como arzobispo de obstáculos. Lo mandó al exilio, vivió en un monasterio cisterciense seis años en Francia, pero cuando regresó a su Canterbury se cuenta que un día Enrique II dijo no podrá haber paz en mi reino mientras viva Becket, por eso lo mandó a asesinar.
Cuatro asesinos entraron a la iglesia donde estaba rezando y gritaron ¡¿dónde está Tomás el traidor?! y él respondió: estoy aquí pero no como traidor sino como obispo y sacerdote de Dios. Acepto la muerte por el nombre de Jesús y por la iglesia.
Este ha sido un extraordinario testimonio cristiano de quien había sido un hombre de poder, habituado a mandar, que ahora moría acuchillado en el interior de su catedral. Murió como siervo de Cristo y mártir porque se negó a renegar de la fe, porque supo defender y custodiar la libertad de la iglesia católica con su vida. Era el 29 de diciembre de 1170, apenas tenía 52 años.
La conmoción que produjo el asesinato fue inmensa, más allá de los confines de Gran Bretaña porque todos los reconocían como un verdadero hombre de Dios y amigos con Dios ¡siempre ganamos!
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