El contacto del papa con los jóvenes católicos en Río será cercano
CIUDAD DEL VATICANO, (AFP) – Entre improvisaciones y baños de multitud que pondrán a prueba a los servicios de seguridad, el papa Francisco quiere imponer un nuevo sello en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) de Río de Janeiro, pero con escenografías menos grandiosas que las de Juan Pablo II.Uno de los grandes símbolos de la JMJ, el papamóvil panorámico, se ha quedado en el garaje. El portavoz del papa argentino, el jesuita Federico Lombardi, anunció que el papa no usará el papamóvil blindado de sus predecesores durante su semana brasileña, que se inicia el lunes.
«Es una elección del papa, en continuidad con lo que hace» en Roma.
Un ‘jeep’ blanco Mercedes, el que usa cada semana en la plaza San Pedro, y otro jeep verde, de reserva, han sido enviados ya a Río.
Durante todos los baños de multitud previstos, que se extenderán sobre varios kilómetros, se expondrá a las efusiones y los abrazos, al igual que a los posibles gestos hostiles, aunque a priori no se espera ninguna amenaza particular y cuenta con el apoyo de la gente. Pese a todo se ha previsto un dispositivo de seguridad reforzado.
El papa, que repite querer ser como «un pastor de ovejas», no se imagina demasiado alejado de la multitud, fiel a lo que era antes como arzobispo en Buenos Aires.
Francisco no ha revolucionado el programa de la JMJ: habrá la fiesta de acogida del papa, las confesiones de un puñado de jóvenes, cena con algunos, vía crucis, vigilia y misa final. El papa mantiene para la vigilia la adoración silenciosa que tanto gustaba a Benedicto XVI, quien no quería que la JMJ fuera un espectáculo.
Francisco no quiere que se diga de su JMJ lo que algunos decían de las de Juan Pablo II: «Veníamos para ver al actor, sin escuchar su mensaje». En Roma, suplicó varias veces a la multitud que dejara de gritar su nombre y coreara el de Jesús.
El programa añadirá sin embargo elementos algo más densos. Por ejemplo, el papa se reunirá con ex drogadictos y prisioneros y se desplazará a una favela, en un viaje centrado en la atención a los marginados de la sociedad.
«Las personalidades políticas saben que no están invitadas a la favela», dijo el padre Lombardi. Con ellos se reunirá en el Teatro Municipal de Río, junto a representantes de la sociedad civil.
No está previsto ningún encuentro separado esta vez con los responsables de otras religiones ni con ningún líder de la revuelta social, que no dudarán en hacer oír su voz.
Pero Jorge Mario Bergoglio podría encontrarse con mucha más gente fuera del programa, por ejemplo el martes, día sin actividades anunciadas, y las noches en la residencia de Sumaré: sacerdotes, obispos y teólogos amigos, o algunos que tienen una demanda particular que dirigirle.
Interrogado sobre si la noche de su llegada podría unirse a una misa de jóvenes argentinos en la catedral, como hubiera podido hacerlo Juan Pablo II con los polacos, el padre Lombardi indicó que no pensaba que lo haría: «Me extrañaría. No sé si es su estilo hacer algo especial la noche de su primer día con sus connacionales». El papa, añadió, sabe también que «algunos cambios pueden provocar complicaciones».
Más sobrio y tímido que Juan Pablo II, el papa se mantendrá alejado de los medios en algunos momentos dedicados al rezo en solitario o la jornada de descanso. En el avión, por pedido suyo, no habrá conversaciones del papa con la prensa.