San Francisco Solano, por María García de Fleury - 800Noticias
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EFE

Soy María García de Fleury.

El 14 de julio la Iglesia celebra a San Francisco Solano, un fraile y sacerdote franciscano-español muy conocido por la cantidad de prodigios y milagros que realizó en Sudamérica. Francisco Solano nació en Andalucía, España, e ingresó en la orden de San Francisco. Su celo apostólico era tan grande que le pidió a sus superiores que lo enviaran como misionero a América, pues había escuchado que habían cientos de miles de almas sedientas de Dios.

Tenía 40 años cuando emprendió su viaje a América. Primero se detuvo en Panamá durante cuatro meses por la serie de males y dificultades que se le presentaron. Allí dos de sus compañeros murieron, pero Francisco no se rindió a pesar de los grandes peligros que enfrentó. Buscando irse al Perú, tomó una nave y esta se partió en dos. Una lancha salvavidas ayudó a algunos a llegar a la playa. Francisco fue el último en abandonar el navío porque estaba ayudando a todos. Luego se ató el hábito a la cintura, se lanzó al mar, y cuando alcanzó la playa, vio que había perdido el hábito.

Se regresó a buscarlo mientras decía a sus compañeros aterrados, «¡Voy por mi hábito! El padre San Francisco me lo dio y a él se lo tengo que devolver. Ese pobre hábito fue su mayor orgullo y lo usaba siempre. Durante dos meses vivieron en esa isla comiendo hierbas y los peces que lograban sacar del mar como podían. Francisco infundía ánimo a todos, tranquilos, Dios nos sacará de aquí de alguna manera. Una nave pasó un día, lo recogió y los dejó en el norte del Perú. Desde allí Francisco siguió a pie hasta la lejana Lima, en donde arrancó su prodigioso apostolado.

Con permiso de sus superiores, escaló los Andes hasta las alturas más encumbradas de Bolivia, descendió hacia la Argentina y llegó al Tucumán. Desde Lima hasta el Tucumán en Argentina y hasta Las Pampas y el Chaco paraguayo, más de 3.000 kilómetros a pie y sin ninguna comodidad. Durante 14 años predicó allí. En dos semanas ya más o menos se conocía las lenguas de los indígenas. Una vez estuvo frente a varios grupos indígenas, se encomendó al Espíritu Santo para que todos entendieran y ellos comentaban, como el Padre Español habla a la vez todas nuestras lenguas.

Fray Francisco llegaba a las tribus más guerreras e indómitas y aunque al principio los recibían al son de batalla, después de predicarles por unos minutos con un crucifijo en la mano, conseguía que todos empezaran a escucharles con un corazón libre. Un bebé santo, Fray Francisco, salió con su crucifijo en la mano y se colocó frente a los guerreros atacantes. De tal manera, les habló en su idioma, que los indígenas desistieron del ataque y poco después aceptaron ser evangelizados. Se dice que llegaron a ser hasta 9.000 los que se fueron bautizando poco a poco una vez recibida la instrucción.

Los superiores de Francisco le pidieron que regresara a Lima y allí continuó realizando conversiones y prodigios los últimos seis años de su vida. Desde las costas de Panamá hasta las inmensidades peruanas, argentinas y uruguayas, en 20 años Francisco Solano se convirtió en uno de los mayores apóstoles que han recorrido América porque él confiaba en Dios y sabía que con Dios siempre ganamos.

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