Riad Sattouf: «El humor permite aumentar la intensidad de las emociones»
EFE
Riad Sattouf contó su infancia en Libia y en Siria en «El árabe del futuro» y en el nuevo tomo de esa novela gráfica retrata su adolescencia y un secreto familiar que marcó su vida pero con el que no renuncia al humor porque es un recurso que, en su opinión, «permite aumentar la intensidad de las emociones».
«Algo dramático contado con humor será dos veces más dramático, por eso me gusta mucho mostrar las cosas de forma un poco divertida, aunque sea tragicómica», explica a EFE en la sede de Allary, su editorial en París.
El cuarto volumen, que Salamandra acaba de publicar en español, empieza en 1988, cuando Sattouf tenía 10 años y vivía con sus dos hermanos y su madre, francesa, en la región de Bretaña.
El niño de melena rubia platino está a punto de experimentar las inseguridades de la adolescencia y, a medida que su cuerpo cambia, también lo hace la mirada hacia su padre, un doctor de Historia sirio que ha aceptado un puesto en Arabia Saudí y se refugia cada vez más en la religión.
Las paradojas de la figura paterna quedan más que nunca en evidencia: «Era partidario de la modernidad y del progreso, pero contrario a la democracia. Admiraba a los dictadores, adoraba a Pinochet, a Sadam Husein, a Franco, a todos esos militares que, en cierta manera, habían modernizado sus países».
Sattouf (París, 1978) ha encontrado el éxito como ilustrador en esta serie autobiográfica, cuyo primer tomo fue premiado en 2015 por el prestigioso Festival del Cómic de Angulema como mejor álbum del año.
Volcó en ella su vida aunque admite que siempre le había costado compartirla. Y lo hizo tanto para contar la historia de su padre y de su familia como las dificultades que él encontró cuando en 2011 estalló el conflicto sirio y quiso ayudar a algunos familiares a instalarse en Francia.
«Dibujar ha sido para mí tan natural como respirar o comer. Cuando era muy pequeño lo hacía para impresionar a mis padres; cuando iba al colegio para intentar interesar a mis compañeros; de adolescente me sirvió para huir del día a día; y cuando me convertí en adulto me gané la vida vendiendo mis dibujos».
En este cuarto tomo, el adolescente Sattouf comienza a encontrar su voz, dividido entre la realidad siria y la francesa, y entre las consignas de su padre, que le decía que no tenía que hablar con las chicas, y las de su abuelo materno, «que era un obseso sexual».
«Me construí mi propia identidad admirando a gente que no tenía nada que ver con mi familia, gente que escribía libros. Estaba enamorado de Joseph Kessel o de Saint-Exupéry y soñaba hacer como ellos, vivir aventuras o contar cosas y escribir libros», dice.
El final de este último volumen, con una fuerte carga dramática que es mejor no desvelar, marca la continuación de la serie: el quinto se publicará en Francia a finales de 2020, y el sexto cerrará definitivamente el periplo.
Con él, el también director de cine, con filmes como «Les beaux gosses» o «Jacky au royaume des filles», ofrece a su vez parte de la historia de Oriente Medio en los años ochenta y noventa.
«Mostrar el mundo desde la perspectiva de un niño permite desdramatizarlo y reflejar los sinsentidos. (…) La mirada infantil es muy agradable porque puede ser terriblemente dura, cruel y violenta, pero no la juzgas porque a los niños se les perdona mucho porque están aprendiendo», recalca.
Sattouf, que se congratula de haber acercado el cómic a gente ajena a ese universo, lamenta que el radicalismo que forjó su infancia entre la Libia de Muamar el Gadafi y la Siria de Hafez al Assad, y que él mostró en sus libros, no haya desaparecido.
«En Europa hay en este momento una tentación de totalitarismo. Ves que hay un odio contra la democracia procedente a la vez de la extrema derecha y de la extrema izquierda. Yo, que he conocido otros lugares, tengo ganas de decir que Francia es uno de los mejores del mundo», concluye.