Las Palmas del Domingo, por María García de Fleury
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Soy María García de Fleury
El Domingo de Ramos es un día de gran alegría, pero también de una terrible tristeza porque es el domingo con el que comienza la Semana Santa y presagia la crucifixión de nuestro señor. Es un tiempo de desesperación, perplejidad, contradicción, porque las mismas personas que aplaudían la entrada de Cristo en Jerusalén esa mañana gritando «osana» y dando palabras de adoración, dentro de una semana estarán clamando «crucifícalo».
Pasaron de aclamarlo como el nuevo rey de Israel a estar a que su vida sea cambiada a favor de un criminal convicto, primero lo alabarán y luego s burlarán de él. Incluso los amigos que entraron a Jerusalén a su lado lo abandonaron. Toda esta discordia se llevará a cabo dentro de una semana a partir de lo que llamamos el Domingo de Ramos.
Jesús fue a Jerusalén para unirse a una multitud de otros judíos para celebrar las fiestas de pascua, y repito, lo saludaban de «osana, bendito el que viene en nombre del señor, el rey de Israel». Estas aclamaciones y respaldo a Jesús como héroe no pasaron desapercibidas por los fariseos y empezaron a planear para matarlo.
El papa Benedicto XVI en su libro «Jesús de Nazareth. La Semana Santa», explicó las palabras del antiguo testamento en relación con Jesús y dijo: » el es un rey que destruye las armas de guerra, un rey de paz y un rey de la sencillez, un rey de los pobres. Jesús no construye sobre la violencia, no está instigando una revuelta militar contra Roma».
Las palmeras amigos, eran símbolos de vida entre las tribus nómadas porque al atravesar el desierto se regocijaban al ver la palmera porque significaba que estaba cerca de un oasis con aguas vivificantes. Las palmas han sido durante mucho tiempo un signo de victoria, éxito, gloria.
Los ejércitos victoriosos o los líderes que regresaban del campo de batalla o de larga campaña militar eran recibidos por el populacho agitando jubilosamente ramas palma. A pesar de la actitud pacífica de Jesús cuando los judíos agitaban las palmas de sus manos hacia él y extendían sus ropas sobre las que cabalgaba le estaban otorgando los honores de un rey conquistador, de un héroe conquistador, y al mismo tiempo estaban desafiando a los ocupantes romanos.
El Domingo de Ramos salimos a su encuentro, llevamos las palmas benditas cantando con alegría nuestro osana y nos unimos a su entrada triunfal en Jerusalén, sabemos que a través del horror de su sufrimiento, seguido por la gloria de su resurrección el bien vencerá al mal y la vida vencerá a la muerte.
También para nosotros las palmas deben ser símbolo de triunfo, indicativos de la victoria que debemos ganar en nuestra batalla contra el mal en nosotros mismos y contra el mal que nos rodea. Al recibir la palma bendita renovemos nuestra promesa de vencer con Jesús, pero no olvidemos que fue en la cruz donde él venció.
Las palmas que llevamos a casa y ponemos en un lugar especial sirve para recordarnos que el Domingo de Ramos no se ha perdido para siempre sino que por la victoria de Cristo nosotros también podemos alcanzar la vida eterna porque con Dios siempre ganamos.
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