La Santísima Trinidad, por María García de Fleury
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Soy María García de Fleury
Hablar de La Santísimas Trinidad es muy difícil porque es un misterio. Por mucho que lo pensemos, por mucho que lo estudiemos, nunca entenderemos completamente «La Trinidad», algunos como San Patricio lo compararon con un trébol de tres hojas, otros lo han comparado con el agua, que puede ser de tres formas: líquida, vapor o hielo.
En los inicios del cristianismo el problema se resolvió con el credo, que data del concilio de Nicea en el año 325 y fue ampliado en el concilio de Constantinopla en el año 381. El credo habla de tres personas con sus características distintas pero que son un solo ser: Creo en Dios padre creador, creo en Jesucristo su único hijo, creo en el Espíritu Santo creador de vida. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son cada uno completamente distinto, cada uno habita en el otro porque el único ser de Dios es indiviso y a la vez son diferentes.
¿Pero si es un misterio tan grande por qué la fe cristiana lo enseña? ¿Qué significa para nosotros que Dios es tres en uno? Los teólogos de la Iglesia primitiva describieron La Trinidad como una relación dinámica del Padre y el Hijo que la une el Espíritu Santo, enseñando que Dios en lo más profundo de su ser es relación. Dios es amor.
Esto tiene enormes implicaciones en nuestro mundo lleno de sufrimiento, enfermedad, dolor, opresión prejuicio violencia desigualdad. Es una invitación a salir de nuestro yo aislado y egoísta para entrar en relaciones afectuosas, pacíficas y compasivas entre nosotros, con la naturaleza, con nuestro entorno, donde Dios se revela al mundo; y porque Dios es relación, el amor no es un extra opcional para lo cristiano, el amor tiene expectativas de largo alcance para cada uno de nosotros.
La doctrina de La Trinidad exige que la disponibilidad, la responsabilidad, la relación, el cuidado, la compasión y el amor impregnen todo lo que somos y todo lo que hacemos ya sea en persona o en línea, en nuestros pensamientos, en nuestras palabras, en nuestras acciones, en como gastamos nuestro dinero, en como gastamos nuestro tiempo.
La Santísima Trinidad nos enseña que estamos llamados a estar absolutamente disponibles para los demás, para ser un regalo para el otro, un regalo amoroso que mejore la vida de los otros porque estamos dispuestos a estar junto a ellos en su dolor, llorar con ellos en su dolor, alegrarnos en sus buenas noticias, buscar mejorar los sistemas que deshumanizan, hacer brillar la luz de la justicia sobre todas las personas, pedir cuentas a aquellos que ignoran ciegamente nuestra tierra que gime y llora, exponer y hacer brillar la verdad y la libertad, ser voz de quienes no tienen voz.
Al ser Dios trinidad, al ser Dios relación, amor, la pregunta más urgente e importante de la vida y el desafío, hoy, día de la fiesta de La Santísima Trinidad, es reflexionar sobre nuestra vida y preguntarnos: ¿Qué estoy haciendo yo por los demás? Porque no estamos llamados a ser individualistas sino a salir de nosotros para dar amor en búsqueda de lograr el bien de la humanidad porque así lo enseña Dios y con Dios siempre ganamos.
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