La conversión de San Pablo, por María García de Fleury
Por María García de Fleury
Saulo de Tarso, un fariseo en Jerusalén después de la crucifixión y resurrección de Jesucristo, juró acabar con los nuevos seguidores de Jesús, obtuvo cartas del sumo sacerdote que le autorizaban a arrestar a cualquier seguidor de Jesús.
En el camino a Damasco, junto con su ejército, una luz enceguecedora detuvo a Saulo y oyó una voz que decía: «Saulo, Saulo, ¿Por qué me persigues? y Saulo pregunto: ¿Quién eres, quién eres? y la voz le respondió: «Yo soy Jesús, a quien tú persigues, ahora levántate ve a la ciudad y se te dirá lo que debes hacer».
Saulo quedó cegado durante tres días y no comía ni bebía. Mientras tanto, Jesús se apareció en una visión de un discípulo en Damasco llamado Ananías, y le dijo que fuera a ver a Saulo, explicando que era su instrumento elegido para llevar el evangelio a los gentiles, a sus reyes y al pueblo de Israel.
Ananías encontró a Saulo en casa de Judas, orando y pidiendo ayuda; impuso sus manos sobre Saulo diciéndole que Jesús lo había enviado para restaurarle la vista, lo curó, lo bautizó y Saulo se quedó con los discípulos de Damasco tres días. Después de su conversión Saulo cambió su nombre por el de Pablo.
Esta conversión de Pablo, mostró que Jesús mismo quería que el mensaje del evangelio llegara a los gentiles anulando cualquier argumento de los primeros cristianos judíos de que el evangelio era solo para los judíos.
Saulo fue testigo del Cristo resucitado y por eso cumplió con la calificación de apóstol, porque solamente aquellos que habían visto a Cristo resucitado podían dar testimonio de su resurrección. Jesús no hizo distinción entre su iglesia, sus seguidores y él mismo. Jesús le dijo a Saulo que lo había estado persiguiendo porque cualquiera que persigue a los cristianos o a la iglesia cristiana está persiguiendo a al mismo Cristo.
En un momento de miedo iluminación y arrepentimiento, Pablo comprendió, que Jesús era el verdadero Mesías y que él había ayudado a asesinar y encarcelar a persona inocentes. A pesar de sus creencias anteriores como fariseo ahora conocía la verdad acerca de Dios y sintió la necesidad de obedecerlo. La conversión de Pablo demuestra que Dios puede llamar y transformar a quien quiera, incluso a los más duros de corazón.
Saulo de Tarso, ahora Pablo, poseía las calificaciones perfectas para ser un evangelizador, estaba versado en la cultura y el idioma judío, su educación lo había familiarizado con el idioma y la cultura griega. Su formación y todo lo que él sabía en materia de teología judía, lo ayudó a conectar el antiguo testamento con el Evangelio y como fabricante de telas podía mantenerse a sí mismo.
La experiencia transformadora de la vida de Pablo en el camino a Damasco, lo llevó a su bautismo e instrucción en la fe cristiana, se convirtió en el más decidido de los apóstoles, sufrió maltrato, persecución y finalmente en martillo. En un momento dado reveló su secreto para soportar una vida de dificultades por el Evangelio y dijo «todo lo puedo en Cristo que me fortalece», porque Pablo entendió que solo con Dios es con quien ¡siempre ganamos!
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