Día de los Difuntos, por María García de Fleury
Por: María García de Fleury
En el día en que la iglesia celebra a los difuntos e invita a rezar por ellos podemos hacernos varias preguntas, por ejemplo, ¿Por qué se muere la gente buena?, ¿por qué no se mueren los malos?, en los últimos años ha habido gente que se moría más de lo normal, gente que no se tenía que haber ido.
Cuando se muere una persona famosa el luto de esa muerte sucede en un plano emocional muy distinto a cuando una persona cercana, un familiar, o alguien querido fallece. Con los famosos entra el sentimentalismo colectivo que es cambiante y bastante poco de fiar y ahora que hay tantas personas descreídas y ateas, el vacío de los religioso se llena en las redes sociales con emoticones conmovidos y en las aceras con velitas y ositos de peluche, incluso, hay gente que sigue escribiendo mensajitos en las páginas de Facebook de personas fallecidas.
Amigos, morir es un hecho inevitable aunque tratemos de retrasarlo por todos los medios, este proceso, seamos protagonistas o acompañantes, lleva consigo sufrimiento. Todos experimentamos muchas pérdidas a lo largo de la vida, pero la muerte un ser querido no tiene igual en su vacío y profunda tristeza, el mundo se ha detenido, puedes citar la hora exacta en la que falleció tu ser querido, está marcado en tu memoria, grabado en tu alma, hay momentos en que parece extraño que el mundo continúe como si nada hubiera sucedido cuando tú mundo se ha puesto de cabeza.
La vida continúa, pero no tienes seguridad de por qué, una vida diferente está frente a ti, una en la que tu ser querido no estará físicamente presente. Por mucho que las personas lo intenten nadie puede encontrar palabras para hacerte sentir mejor o hacer que desaparezca ese dolor. Sobrevivirás aunque no tengas seguridad de cómo o incluso, si lo deseas.
El duelo es el reflejo de una conexión que se ha perdido y de lo que sentimos en el interior, el luto se trata de todas las expresiones externas de ese duelo. La pérdida y la aflicción que la acompañan son muy personales, diferentes a las de los demás, solo uno sabe todo lo que perdió cuando fallece su ser querido, solo la persona siente su mundo interior de duelo.
Todo el mundo sufre una perdida aunque algunos pueden no mostrarlo en su luto o apariencia externa, el duelo es la reacción natural a la pérdida de un ser querido y el proceso de sanación, sin duda se logra con mayor facilidad, tranquilidad y paz cuando la persona ora y se pone en manos de Dios.
Tomemos hoy el Día de los Difuntos para rezar por los que se han adelantado a nosotros y han fallecido, y muy especialmente por todas esas personas olvidadas por todos que han muerto y que no tienen quién ore por ellos, enfaticemos en orar por los que no tienen quien rece por ellos, eso ayudará a tu propia sanación.
Ora, reza con la esperanza cierta de volver a ver a tu ser querido en el cielo dónde está Dios y ese es un lugar seguro, porque con Dios ¡siempre ganamos!
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