Covid-19 y salud mental | ¿Qué esperar?
800noticias
Dificultad para respirar, pérdida del gusto y el olfato, debilidad general: esos son los síntomas físicos de las infecciones por COVID-19 que se han informado ampliamente en este último año de pandemia de coronavirus. Caroline, una doctora de la ciudad de Colonia, en Alemania, era consciente de los riesgos asociados con el virus. Pero le preocupaban más las personas mayores cercanas a ella y otras en quienes la enfermedad podría tomar un curso más severo.
«Pensé: Soy joven, no tengo enfermedades previas. Soy atlética, si me infecto, probablemente no será tan grave», cuenta a DW la mujer de 39 años, que pide ser identificada solo por su nombre de pila. «Personalmente, no tenía tanto miedo de contagiarme», reconoce.
A Caroline le diagnosticaron COVID-19 en enero. La enfermedad no la confrontó inicialmente con síntomas graves. Una temperatura ligeramente elevada, dolores de cabeza leves, picazón en la garganta: eso fue todo. Lo que no esperaba eran los ataques de pánico y la depresión.
Afecciones neurológicas o psiquiátricas
Un nuevo estudio de la Universidad de Oxford, publicado en la revista The Lancet Psychiatry, encontró que Caroline no está sola. Lejos de eso: los investigadores revisaron los registros de salud electrónicos de más de 236.000 pacientes de COVID-19, en su mayoría de los Estados Unidos, y encontraron que al 34% se le había diagnosticado una afección psiquiátrica o neurológica en los seis meses posteriores a la infección con el coronavirus.
Afecciones neurológicas como accidentes cerebrovasculares y demencia fueron raras, pero el 17% de los pacientes con COVID-19 fueron diagnosticados con trastornos de ansiedad y el 14% con trastornos del estado de ánimo, incluida la depresión. Los investigadores de Oxford también observaron dos grupos de control de pacientes con influenza y pacientes con cualquier infección del tracto respiratorio (excepto COVID-19) para asegurarse de que sus números no solo reflejaran la experiencia del público en general viviendo una pandemia.
«Nuestros datos realmente llaman la atención sobre la escala del problema», dijo a DW el autor principal del estudio, Paul Harrison. «Esto resalta la idea de que el COVID tiene consecuencias para las personas, incluso si estas no van al hospital».
“Pensé que estaba teniendo un derrame cerebral”
Caroline nunca fue hospitalizada, pero luchó severamente con problemas de salud mental durante y después de su infección por COVID-19. Condujo sola hasta un centro de diagnóstico en un estacionamiento oscuro en Colonia, esperando que el examen resultara negativo, simplemente como una precaución antes de interactuar con sus pacientes. Cuando obtuvo el resultado positivo «fue un shock. Me desconcertó», relata la médica.
Y empeoró. A pesar de que sus síntomas físicos no eran especialmente severos, «en realidad, luché psicológicamente», dice Caroline. Fue la única en su familia que contrajo el virus y tuvo que aislarse completamente de su esposo e hijos. No podía conciliar el sueño sin pastillas para dormir y se convirtió en una persona generalmente más temerosa y deprimida que antes, cuenta.
«No dejaba de pensar: tienes una enfermedad por la que mueren todas estas personas», recuerda Caroline. «Con frecuencia, me despertaba por la noche y entraba en pánico. Pensé que estaba sufriendo un derrame cerebral, no podía moverme y estaba atrapada en ese mundo entre el sueño y la realidad. Nunca antes había tenido esos ataques de pánico».
«COVID-19 hizo que mi ansiedad llegara a su punto máximo»
Lawrence, quien igualmente pide ser mencionado solo por su nombre, tampoco había tenido problemas de salud mental antes de la pandemia. Una vez que COVID-19 comenzó a propagarse en los EE. UU., el joven de Virginia, de 29 años, comenzó a experimentar ansiedad, pero «todavía era manejable en este punto», explica a DW.
Luego, su suegra murió de COVID-19, y en diciembre Lawrence y su esposo también contrajeron el virus. Inicialmente, sus síntomas no eran tan fuertes, pero finalmente el virus afectó sus pulmones, «y, como tengo asma, comenzó a afectarme».
«Cuando mi respiración se hizo más difícil, comencé a tener ataques de pánico, que nunca antes había tenido», detalla Lawrence. Además, sufría de ansiedad y ya no podía concentrarse en su trabajo. Tras un mes de lucha, Lawrence finalmente vio a un médico, que le recetó medicamentos contra la ansiedad.
«Si bien no puedo decir si estaba directamente relacionado, el COVID-19 hizo que mi ansiedad llegara al máximo, hasta el punto en que decidí que necesitaba buscar ayuda médica», dijo.
Caroline, que encontró el apoyo de su hermana, una psicóloga, tampoco pudo precisar la razón exacta de su ansiedad. «No estoy segura de si fue causada por la situación general, la cuarentena, cómo obtuve el diagnóstico y toda la cobertura de los medios», dice. «O si fue causada por la enfermedad en sí», duda.
Otra razón para tomar el COVID-19 en serio
Para el profesor Harrison, «ambas explicaciones son bastante posibles». A su juicio, “lidiar con el estrés de saber que tienes COVID, tener que aislarte, preocuparte por tu trabajo, tu futuro, tu salud, esa es la explicación más probable para esos diagnósticos».
La teoría de que las circunstancias externas son principalmente las culpables de las condiciones de salud mental en los pacientes con COVID-19 está en parte confirmada por otro de los hallazgos de Harrison. No hubo diferencia significativa en el número de personas con ansiedad y depresión encontradas en pacientes con COVID-19 leve, los que tuvieron que ir al hospital y los que debieron ser tratados en unidades de cuidados intensivos.
Así que, para Harrison, las posibles consecuencias para la salud mental son otra razón más para estar atentos a las precauciones y «evitar el COVID por todos los medios posibles».
«Toma la vacuna que te ofrezcan», implora Harrison y agrega: «Los riesgos de la vacuna, que yo sepa, son infinitamente menores en comparación con los riesgos del COVID. Y si te dicen que te aísles, sugiero que hagas lo que te dicen. Todos estaremos mejor».
Con información de DW