Cariño, un botones nos ha traído la torta de chocolate más famosa del mundo - 800Noticias
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EFE

Llaman al timbre y, al abrir, un sonriente botones con un colorido atuendo propio de una película de Wes Anderson entrega la torta de chocolate más famosa del mundo. Este original regalo es una de las propuestas para empezar en Austria un San Valentín perfecto en tiempos de pandemia.

Debido al cierre de los cafés austríacos por el coronavirus, este año la famosa torta Sacher llegará el 14 de febrero a las casas de Viena y Salzburgo con envío gratuito y la promesa de cumplir «todos los deseos» de los clientes.

Si se busca un regalo dulce por este San Valentín con un gran elemento de sorpresa hay muchas opciones, pero pocas como la de un botones entregando este emblemático pastel con un mensaje totalmente personalizado o junto a un ramo de flores.

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«La torta Sacher es el regalo perfecto para el día de San Valentín», asegura a Efe el gerente del Hotel Sacher de Viena, Andreas Keese, en un salón que habitualmente se encuentra lleno de huéspedes, pero que la pandemia ha vaciado.

Mientras que en años normales decenas de turistas soportan pacientemente largas colas ante el local para entrar a probar uno de los dulces más tradicionales de Austria, ahora el centro de Viena presenta un aspecto fantasmal.

Así, la crisis del coronavirus ha obligado a la famosa cafetería del hotel a reinventarse y lleva meses ofreciendo un servicio de recogida en el propio local de su tradicional torta, un pastel bizcochado con un capa de mermelada de albaricoque y cubierto de chocolate glaseado.

El siguiente paso, explica el gerente alemán, era llevar la torta directamente a las casas de los clientes, así como otros productos de la factoría, que diariamente hornea decenas de dulces en el Hotel Sacher para su envío.

«Es la forma más segura y rápida de disfrutar de nuestra torta», afirma Keese.

El coste del pastel es de entre unos 36 y 72 dólares, dependiendo del tamaño. Y el envío es gratuito durante todo el mes de febrero.

DULCES DESEOS

Raphael y Melek son los botones encargados de entregar, no solo dulces, sino «cualquier cosa» que el cliente pida y que esté en su mano, desde flores y fotos hasta peticiones para cantar un «cumpleaños feliz».

«Nuestra filosofía es que el cliente esté satisfecho», explican en el hotel.

Sin embargo, hay ciertos límites: aunque se puede añadir un pequeño mensaje dedicado para adornar la torta, el dulce tiene que mantener su integridad tradicional. «Nada de corazones», bromea Keese.

La torta Sacher puede mantenerse fresca hasta dos semanas si se conserva en unas condiciones óptimas (alrededor de 18 grados), lo que hace posible que, incluso durante la pandemia de la covid-19, pueda enviarse a todo el mundo.

Además, es el dulce austríaco más popular en Instagram, donde acumula más de 230.000 etiquetas.

UN AMARGO 2020

Con la llegada del coronavirus la primavera pasada, el hotel Sacher sufrió un duro revés y sus ingresos se redujeron hasta un 75 % respecto a 2019, cuando facturó cerca de 120 millones de dólares.

«2020 fue un reto para el sector turístico. El Hotel Sacher de Viena está abierto, pero solo para clientes de negocios. La cafetería, nuestros restaurantes y bares están cerrados», dice Keese.

Con la mayoría de su plantilla trabajando a jornada reducida y el despido de 140 empleados en septiembre pasado, las previsiones no son las mejores de cara a 2021, aunque el gerente prefiere centrarse «en lo bueno» y mirar «hacia delante».

UN INICIO AGRIDULCE

Con esta nueva y romántica iniciativa que se pone ahora en marcha, el Hotel Sacher confía en enviar unos veinte pedidos al día, una cifra positiva dada la situación actual, pero muy alejada de la media de mil tortas diarias que producía antes de la pandemia en sus establecimientos de Viena y Salzburgo.

«Hemos empezado muy bien esta semana y esperamos que el número siga creciendo», comenta con esperanza Andreas Keese.

Hasta que la vida vaya volviendo, poco a poco, a la normalidad, el Sacher seguirá alegrando a los amantes del dulce con sus tortas, creadas en 1832 por un aprendiz de cocina para satisfacer un deseo del poderoso y temido príncipe de Metternich y cuya receta original sigue siendo un secreto que se conserva en este emblemático hotel.

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