Yulimar Rojas: “Que mi nombre retumbe en todo el mundo” - 800Noticias
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El sábado pasado, al día siguiente de batir en Madrid el récord del mundo de triple salto en pista cubierta (15,43m), su hermana Yerilda le dijo, «Yulimar, eres mi princesa», y le regaló una corona hinchable que la saltadora venezolana, cuádruple campeona del mundo, se coloca en la cabeza para desfilar con alegría carnavalera por las calles de Guadalajara (España).

Con la corona posa Yulimar Rojas (Caracas, 21 de octubre de 1995), y se siente feliz con ella, la niña que desde un barrio humilde de la Barcelona del Caribe (estado Anzoátegui de Venezuela) conquistó el atletismo mundial como ordenaban sus sueños.

Solo las órdenes de su entrenador, Iván Pedroso, que a veces se siente obligado a ser un poco mandón, le hacen descoronarse. Pero no deja de ser ella, quizás la mejor saltadora de triple salto de la historia, la reina en un cuento de hadas.

Respuesta. Estos cuatro años que estoy en Guadalajara han sido un cambio radical para mi vida. Pasar de ser la Yulimar, la chica con aspiraciones de una medalla olímpica, de títulos mundiales, un récord mundial, a ser ahora la Yulimar que poco a poco se va consagrando y que va conquistando sus sueños, sus metas, es maravilloso. Retornar a unos pasos atrás y después ver el presente, ver lo que he conseguido, me reconforta mucho y me hace seguir soñando cada día, y eso es lo que me identifica, ser una soñadora y nunca dejar de soñar y de buscar tus sueños.

P. ¿Dónde nacen esos sueños? ¿De dónde le vienen? Venezuela no es una potencia en el atletismo…

R. Todo ha venido de mi familia, que siempre ha sido amante del deporte. Desde que fui creciendo lo viví. Mi padre fue boxeador profesional, un deportista, y lo fui admirando tanto, soy su fan número uno, que eso me creó un ambiente deportivo en mi crecimiento, y un amor por el deporte increíble. Y sabía que yo tenía un don para el deporte, y un gran potencial para ello, y yo lo tenía claro, lo tenía en mente, lo quería experimentar. Siempre fui muy buena para los deportes de cancha, el kicking ball, el softball, el béisbol, para todos esos deportes que eran para personas altas y que se movían rápido… Eso me llevó hasta el atletismo, que fue a mis 14 años de edad, cuando fui al polideportivo José Antonio Anzoátegui, donde me hicieron las pruebas para ver si tenía algún potencial, mis aptitudes como deportista. Allí me identifiqué con este deporte. Me enamoré, me enamoré del atletismo, lo empecé a querer, a sentir lo que era la pasión de este deporte, y a intentar cada día ser mejor, superarme a mí misma.

P. ¿Fue un compromiso personal con su talento, podría haber pasado de él?

R. Sí, sí, sí. Siempre supe que mi destino era ser deportista, ¿sabe? Siempre supe que mi destino era jugar a un deporte. Al principio no tenía claro qué deporte me iba a desarrollar. Tenía en mi mente el voleibol, el deporte que más había visto, el principal deporte femenino en el Caribe, y también me iba bien por mi altura y mi salto. Me veía una gran jugadora de voleibol, pero donde me midieron la capacidad estaban los entrenadores de atletismo, y cuando me vieron se quedaron impactados con mi potencial, con mi altura (1,92), con lo que tenía. Les maravillé y les dije, ‘vale, vamos a empezar en el atletismo, si no me gusta me cambio al voleibol. Pero me enamoró correr, saltar, lanzar, entrenar todos los días, comprometerme con mejorar, con competir, con ganar medallas. Y eso se me impregnó en la sangre. El atletismo es lo mejor que me ha sucedido.

P. Tiene que ser mucho el amor para hacerle cambiar el Caribe por Guadalajara con 20 años recién cumplidos…

R. Fue un cambio muy drástico, la verdad. Fue muy difícil. Antes de venir a España nunca había salido de Venezuela ni había estado fuera de mi familia, a la que me sentía muy apegada. Separarme fue muy fuerte. Siempre sabía que para lograr grandes cosas en la vida hay que hacer grandes cambios y hay que sacrificar cosas de tu vida para que vengan otras. Eso es lo que me mantenía viva y también la sed de triunfos, de lograr mis metas diarias. Y la convicción de decir que si Dios me puso esto en mi camino es una oportunidad para sacar a mi familia adelante, para demostrar que sí que puedo lograr lo que me propongo, que no solo tengo el potencial sino el valor de ir hasta mis sueños.

P. En Guadalajara le esperaba, al menos, otro pedazo humano del Caribe, el exatleta y entrenador cubano Iván Pedroso…

R. Si hubiera sido un entrenador ruso o así habría sido muy complicado, más que todo por mi forma de ser. Le confieso que antes de venir a España yo había tenido propuestas para estudiar y entrenar en Puerto Rico y en una universidad de Estados Unidos, pero no me convencían y Jesús Velásquez, mi entrenador entonces, me aconsejó que no fuera, que no iba a ser un buen cambio en mi vida. Y no sentía ganas de ir. Cuando contacté por Facebook con Iván todo cambió en mi vida, fue un momento de luz. Sentí la confianza y las ganas de decir sí, sí. Es el momento de cambiar mi vida, de venir a otro sendero, otro mundo, a experimentar qué se siente, qué se vive.

P. Y en Europa siguió maravillando al mundo…

R. Desde el minuto uno que pisé Europa, que empecé a entrenar con Iván, los dolores, el esfuerzo, todo fue muy rápido y fuerte, pero lo fui asimilando, y el cambio de vida, de personas, de costumbres, fue todo tremendo, pero el amor que recibí en España, y la admiración que sienten hacia mí ha sido fundamental para decir que hay que seguir trabajando para no decepcionar y para que mi nombre esté retumbando en el mundo entero… Que Yulimar Rojas se escuche en todos los lados, y las personas que me vean digan guau, me identifico con esa mujer, con esa persona y esa manera de ser, esa forma de transmitir la energía, las ganas de luchar, de salir adelante, de trabajar por sus sueños. Y siempre, dejando el nombre del atletismo en lo más alto, y dando un buen show donde me encuentre.

P. ¿La admiración que despierta puede hacer también que personas con su misma identidad sexual puedan sentirse mejor en medio de una sociedad a veces intransigente?

R. Mi orientación, mi sexualidad siempre ha sido importante para mí y para mi carrera. Desde que comencé el deporte siempre he tratado de luchar por las ideologías y los derechos de las mujeres y del colectivo LGBT. Es también un salto para que se respeten el amor y la vida, se respeten las ganas de amar y de ser amado, y que se valore cada día los derechos humanos. Se pueden cumplir en esto también los sueños seas lo que seas o ames a quien ames, y eso a pesar de las personas que piensen que por querer a una persona del mismo sexo o por amar de esa manera no puedes lograr lo que te propones, ¿sabe? Invito a todas esas personas que quieren y que aman que vivan el amor, que no se abstengan de abrirse al mundo y que trabajen por sus sueños. Hay solo una vida y hay que vivirla al máximo siempre.

P. ¿Durante el salto perfecto, cómo lo vive en su interior?

R. Son sensaciones que vives desde que estás concentrada visualizando el salto perfecto que lo tienes en tu mente y lo quieres repetir en la pista, desde que das el primer apoyo, el primer paso, hasta que caes en la arena se siente cuando lo has hecho bien y cuando oyes el aullido de tu entrenador que dice ¡¡¡síííííííí´!!! y sus ¡¡¡vaaaaamos, sigue asííííííí!!! Eso, la adrenalina que te llega del público, es algo que en tu cuerpo corre, corre, hasta que ves la marca…

P. ¿Este récord es la confirmación de que va bien encaminada a sus metas del verano, el oro olímpico y otro récord del mundo, quizás los 16 metros?

R. Sí, claro. Yo siempre he dicho que Iván y yo tenemos muchas aspiraciones y somos muy inconformistas. Siempre trabajamos para más aún, para seguir mejorando. Los 16 metros es una barrera que muchos dirán que es imposible, pero nosotros, en cada salto, en cada ensayo, sabemos que tenemos mucho margen de mejora de cada detalle, y así seguiré conquistando más centímetros y más hasta llegar hasta los 16 metros. Este récord de Madrid es un plus, una motivación más para el verano, que es más importante. Este invierno ha sido muy corto, solo pude competir dos veces.

P. ¿Cuál es la mejor recompensa? ¿El dinero, las medallas, la admiración de la gente?

R. Lo que más amo de este mundo del deporte es el amor de las personas que te quieren, su admiración, sí, y el ejemplo que vas dejando en todo lo que haces. Es lo que me llena, es por lo que trabajo. Lo monetario, lo material, viene solo. Es algo que te llena pero no más que el amor del pueblo, y lo que puedo darle. Hacer atletismo es mágico, es magia, es luz, es maravilloso, y ver en la pista cómo te quieren, cómo te miran, cómo se identifican contigo, que dicen guau, mira, Yulimar. Eso me llena, y, más que todo, la adrenalina que te llena al estar en la pista, las ganas del público de ver un salto maravilloso, las ganas de triunfar… Es indescriptible.

P. ¿Lamenta, entonces, no ser público, no sentir las emociones que le transmite?

R. Jopé, a mí me encantaría poder tener otra Yulimar que sintiera lo mismo entre el público y ser yo, también Yulimar, compitiendo… Y ver qué se siente, cómo se vive, cómo ves el salto desde otro punto de vista, qué sienten las personas al verme saltar, que es distinto a lo que yo siento saltando. Sería una de las cosas más increíbles del mundo… Si yo pudiera ser dos Yulimar sabría cómo se disfruta un récord del mundo.

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