Votar es un deber moral y ético, por María García de Fleury - 800Noticias
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Religión

María García de Fleury

Los católicos estamos llamados a concientizar nuestra responsabilidad en la vida pública, a estar presentes en la formación de los consensos necesarios y en la oposición contra las injusticias.

La vida cristiana no se expresa solamente en las virtudes personales, sino también en las virtudes sociales y políticas, decía el Papa Benedicto XVI.

La política es una altísima vocación, es una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común. La caridad no es solo el principio de las micro-relaciones, como en las amistades, la familia, el pequeño grupo, sino también de las macro-relaciones, como las relaciones sociales, económicas y políticas. Por eso, el voto ciudadano es un derecho y un deber.

De acuerdo a la doctrina social de la Iglesia, aunque la ley no lo exija, el voto es un deber ético. Es un deber que todos deben cumplir conscientemente, de manera responsable y con vistas al bien común. Es necesario un fuerte empeño moral para que la gestión de la vida pública sea el fruto de la corresponsabilidad de cada uno con respecto al bien común. El Catecismo de la Iglesia Católica establece que los ciudadanos deben tomar parte activa en la vida pública. Existen muchas razones por las cuales hay personas que no votan. Por flojera, desconfía en el sistema de partido o de quienes controlan el poder, o porque creen que la abstención sirve como una especie de voto al revés, o porque no confían en el sistema electoral. A pesar de eso, la Iglesia advierte que el fenómeno de la abstención equivale a entregar al país sin esfuerzo alguno para evitarlo, a criterios que a veces no son correctos.

El sufragar, el votar en las elecciones democráticas, aunque no sea legalmente exigible, es moralmente obligatorio. El compromiso político es una expresión cualificada y exigente del empeño cristiano al servicio de los demás, como lo definía San Juan Pablo II en su encíclica Solicitudes Reyes Sociales en el número 41. Un católico no puede eludir su responsabilidad civil, ya que eso sería cederle el paso al mal. Y concluía Juan Pablo II diciendo que el hecho de que haya mucha corrupción en la política no exonera al cristiano de su responsabilidad, sino que más bien lo debe retar a trabajar por un mundo mejor. Por eso, el que no vota, o vota sin atención a las leyes de Dios, es culpable de los resultantes males. Por eso, los fieles laicos de ningún modo pueden abdicar, negar la participación en la política.

En la tradición católica, la ciudadanía es una virtud y la participación en el proceso político es una obligación. El no votar es pecado de egoísmo, de pereza, de cobardía, porque es encerrarse en sí mismo y no interesarse por el bien común, porque es darle ocasión de que unos pocos manipulen la mayoría. Un cristiano que no vive su fe en el campo de la política no ha entendido lo que significa su bautismo, su ser como hijo de Dios. No votar es alejarse de la búsqueda del bien común solicitada por Dios. Vayamos todos a votar con conciencia, recordando que con Dios siempre ganamos.

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