Vivir en sana convivencia, por María García de Fleury
Por: María García de Fleury
Vivir implica elegir, escoger entre diferentes opciones, a lo largo de nuestras vidas tenemos que elegir; muchas veces las opciones que se presentan no son nítidas, tampoco diáfanas como si fueran sustancias químicas aisladas en sus respectivos frascos de cristal. Hacer buenas elecciones y saber separar bien es un signo de inteligencia de una manera de retroalimentar el intelecto.
El mal en diversidad de formas y en distintos grados influyen tanto en la vida individual como en la vida social, pero para dignificar la vida estamos llamados a fortalecer las potencias del bien y debilitar la fuerzas del mal. En las relaciones familiares, en las prácticas religiosas, en el ejercicio de la política y en todas las actividades del hombre y la mujer se produce la lucha entre el bien y el mal; en el campo religioso el bien y el mal está representado por Dios y el demonio, el mal moral es la violación voluntaria de lo que señala la conciencia y la acción que degrada en uno mismo la dignidad humana que perjudica a la sociedad.
¿De dónde viene el bien y el mal? los ateos proponen algunas posibilidades, entre ellos la evolución y la razón, pero ninguno de estos puede ser la fuente última de la moralidad, ¿por qué no la evolución? Porque cualquier supuesta moralidad que esté evolucionando puede cambiar y si puede cambiar para bien o para mal debe haber un estándar por encima de estos cambios para juzgarlos como buenos o malos.
¿Y que pasa con el razonamiento?, si bien es una herramienta poderosa para ayudarnos a descubrir y comprender la moralidad, no puede ser la fuente de la moralidad. Por ejemplo, los criminales usan el razonamiento para planear un asesinato sin que su razón les diga que el asesinato está mal y es el razonamiento o algo más alto que el razonamiento lo que guía a algunas personas a arriesgar sus vidas para salvar a otros. La respuesta es obvia, es algo más elevado que el razonamiento porque arriesgar la propia vida para salvar un extraño es algo muy poco razonable.
Amigo así como existe el bien también existe el mal, a diferencia de las leyes de la física o las leyes de la matemática que dicen lo que es cada cosa, las leyes de la moralidad dicen lo que debería ser el comportamiento humano correcto, pero como la moralidad no existe físicamente, no hay átomos, células ni genes morales o inmorales, su causa tiene que ser algo que existe a parte del mundo físico, por lo tanto esa causa debe estar por encima de la naturaleza o sobrenatural.
La existencia misma de la moralidad prueba la existencia de algo más allá de la naturaleza y más allá del hombre, las normas morales pueden expresarse en deberes o en mandatos como por ejemplo, ayudar al necesitado o en prohibiciones, como por ejemplo no robar.
Así como un diseño sugiere que hay un diseñador, los mandatos morales sugieren un legislador moral, ese legislador es quien conocemos como Dios; cada vez que apelas a la moralidad estás apelando a Dios, lo sepas o no, estás hablando de algo religioso incluso si crees que eres ateo. Las leyes morales dadas por Dios orientan la conducta de las personas para una sana convivencia porque le permite saber qué es lo correcto y lo incorrecto en una sociedad, obedecer esas leyes morales por Dios es aprender a vivir feliz en la vida, porque con Dios ¡siempre ganamos!
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