Viernes Santo, por María García de Fleury - 800Noticias
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El viernes Santo es el segundo día del llamado Triduo Pascual, el período en que los católicos conmemoramos la pasión, muerte y resurrección de nuestro señor Jesucristo. Los sumo sacerdotes, las autoridades religiosas de la época conspiraron contra Jesús de Nazaret, por qué se proclamaba hijo de Dios y lo consideraban un alborotador, por eso lo llevaron ante el prefecto de Judea llamado Poncio Pilato, y aunque a pesar de interrogarlo una y otra vez, no vio culpa en el para condenarlo, al final cedió a la presión de una multitud que clamaba, crucifícalo, crucifícalo.

El evangelio de Mateo narra que Pilatos se lavo las manos con agua a la vista del pueblo y dijo «soy inocente de la sangre de este justo», además como era costumbre liberar a un preso por la fiesta judía de la Pascua, Pilatos decidió soltar a uno muy conocido llamado Barradas.

A Jesús lo despojaron de sus vestiduras, se la rifaron, lo azotaron, le colocaron una corona de espinas, lo golpearon, lo escupieron y lo escarnecieron. Lo hicieron cargar con su propia cruz hasta un pequeño monte en las afueras de Jerusalén llamado Gólgota, lugar del calvario o de las calaveras, debido a la forma de calavera que tenían las rocas de una de sus laderas. En el Gólgota o calvario fue crucificado entre dos ladrones con un cartel que decía «Jesús El Nazareno rey de los judíos», este es el origen de las siglas de la expresión INRI. Según el evangelio de Juan, los pontífices de los judíos protestaron a Pilato pidiendo que cambiara reacción, «No», él dijo «Yo soy el rey del judío» pero Pilato se negó con una famosa réplica, «lo escrito, escrito está».

Una vez crucificado y apunto de morir, Jesús pronunció lo que se conocen como sus siete últimas palabras y fueron «Padre perdónalos porque no saben lo que hacen, hoy estarás conmigo en el paraíso, ahí tienes a tu hijo ahí tienes a tu madre, Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? no tengo sed, todo está cumplido Padre en tus manos encomiendo mi espíritu».

Según la tradición cristiana, Jesucristo murió el viernes Santo a los 33 años a las 3 de la tarde, es un día solemne, donde la iglesia llama que todas las personas entre los 18 y los 59 años ayunen para acompañar un poco el sufrimiento de Jesús. Los enfermos o personas con distintos problemas no tienen porque ayunar.

Paradójicamente, el día que parecía ser el mayor triunfo del mal, fue en realidad el golpe mortal en el plan gloriosamente bueno de Dios para redimir al mundo de la esclavitud. La cruz es donde vemos la convergencia de un gran sufrimiento con el perdón de Dios. El salmo 85, en el versículo 10 dice: «La justicia y la paz se besarán un día, en la cruz de Jesús, coincidieron las exigencias de Dios y su justicia o su misericordia, recibimos el perdón la misericordia y la paz divina porque Jesús tomo voluntariamente nuestro castigo divino, el resultado de la justicia de Dios contra el pecado, consciente de la felicidad que tenía enfrente mirando el cielo, Jesús soportó la Cruz el viernes Santo, sabiendo que conducía a su resurrección a nuestra salvación y el comienzo del reino de justicia y paz de Dios», y con Dios siempre ganamos.