Viernes Santo
Por María García de Fleury
El Viernes Santo es el final de la Semana más trascendental de la historia del mundo. Desde que Jesús murió y resucitó, los cristianos han proclamado que la cruz y la resurrección de Jesús son el punto de inflexión decisivos para toda la creación.
Uno de los grandes misterios de la Semana Santa es la revelación de como Dios en Cristo lidia con nuestros rechazos, el rechazo más aterrador de todos, la cruz. La cruz es aterradora porque Cristo murió y no solo murió, sino que murió de la manera más horrible que podemos imaginar. El misterio es que Dios en Cristo acepta la muerte, y la muerte que nosotros ideamos: muerte en cruz.
Los estándares mundanos de justicia determinarán que los horrores de la cruz deberían ser enfrentados con una ira a un más horrible, pero Dios no nos rechaza, en cambio imparte su misericordia que excede las demandas de la justicia y vuelve a enderezar un mundo que estaba mal. . Dios no quiere destruirnos, Dios quiere salvarnos. Así lo que Dios hace con la cruz es aceptarla y luego transformarla insertándose en lo más profundo de nuestro rechazo y desde allí ofreciéndonos su misericordia. Esto es tan sorprendente como inmerecido.
Nuestros intentos por destruir a Dios son tontos e inútiles, a la final Dios socava todos nuestros intentos de hacerlo, porque con nuestros esfuerzos no lo destruiremos. Solamente corremos el riesgo de destruirnos a nosotros mismos, y nuestra destrucción no es lo que Dios quiere.
Tenemos que decidir si estamos dispuestos a aceptar a Dios o sencillamente a rechazarlo, a arruinarnos.
La misericordia de Dios no se trata de evadir las consecuencias, se trata de la oportunidad de arreglar las cosas, la misericordia de Dios es el don de otra oportunidad, es la oportunidad que ofrece la oportunidad de cambiar en lugar de arruinarnos. ¿Preferimos ser cambiados o arruinarnos?. El evangelio presenta el triste hecho de que Judas no estuvo solo en su traición. El hecho es que en su desilusión y miedo, muchos de los que estaban más cerca de Cristo también lo abandonaron en su hora de mayor necesidad.
A pesar de todas esas protestas, en sentido contrario, cuando llegó el momento y las sombras oscuras descendieron, muchos de los seguidores de Cristo corrieron a esconderse en la noche. Como sucedió antes, así sucede ahora, ninguno de nosotros debería ser tan orgulloso para colocarnos entre los pocos que permanecieron con Cristo en su sufrimiento y muerte.
El apóstol Pablo recuerda para que ninguno de nosotros piense en más en si mismo de lo que debería, que todos pecamos, todos nos hemos quedado cortos. Solo y una actitud de humildad se puede entrar verdaderamente en los misterios de la Semana Santa y apreciar su significado y comprender su propósito. A menos que seamos humildes, admitamos nuestra negativa, ofensa, falta de amor a Dios, indiferencia, nos arrepintamos de nuestros pecados y tengamos la misma actitud de Cristo, que se despojó a si mismo y tomó la forma de siervo, estaremos viviendo vivir en la oscuridad en lugar de caminar con el Señor Jesús a su luz.
Paradógicamente el día que parecía ser el mayor triunfo del mal, fue en realidad el golpe mortal al plan gloriosamente de Dios para redimir al mundo de la esclavitud porque con Dios siempre ganamos.
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