+VIDEO y FOTOS | De ponche en ponche, estadio de los Tiburones de La Guaira sigue crudo
Wandor Dumont
De ponche en ponche se la pasa el Consorcio Tiburones de La Guaira, entidad que está encargada de la construcción del estadio de béisbol Carlos “Café” Martínez.
Han pasado seis años desde que se inició la construcción de este escenario sede de los Tiburones de La Guaira, ubicado en el sector de Pavero, parroquia Macuto, estado Vargas, una de las obras estandarte del denominado proyecto «Plan Cinta Costera», que ha establecido el gobernador chavista Jorge García Carneiro.
La piedra fundacional del estadio fue puesta en diciembre de 2012, con la intención de entregar la obra para el año 2014, lo cual no se dio (primer ponche). La construcción se inició durante el primer trimestre del 2013, a cargo del Fondo Global de Construcción e Infravargas por un monto de 270 millones de bolívares fuertes, según el cartel de información de construcción. El parque de béisbol de ser terminado tendría una capacidad para albergar a una 15 mil personas, mientras que se prevé que el complejo del estacionamiento sea de 3 mil 500 vehículos.
Pero ese año la Comisión de Contraloría de la Asamblea Nacional, a través de un informe, develó que el consorcio Brescon y Sarcar había asumido la administración del estadio. Para ese entonces, el emergente líder del chavismo Nicolás Maduro le aprobó 350 millones de bolívares para que la obra fuera entregada para la temporada 2015-2016 de la Liga Venezolana de Béisbol Profesional (LVBP), algo que nunca ocurrió (segundo ponche 2-0).
En ese momento, el presidente de la comisión de Contraloría del Parlamento, diputado Juan Guaidó, desde las afueras de la construcción precisó que en el año 2016 el gobernador García Carneiro, junto con el secretario del gobierno de Vargas, José Manuel Suárez, le dieron un anticipo de 1.500 millones de bolívares a una nueva empresa, aún en incógnita, para que el proyecto fuera entregado para el año 2017 (tercer ponche 3-0).
Concluida la controlaría que hizo la comisión parlamentaria, el consorcio no cumplió con ninguna licitación ni con los requisitos necesarios para poder contratar con el Estado y asumir la obra.
A su vez, el Fondo Global de Construcción repentinamente se desvinculó de los trabajos del estadio, debido a que la Fiscalía de Ecuador le abrió un expediente por presunto lavado de dinero, según informó el portal web www.eluniverso.com de ese país.
Tras los intentos fallidos para entregar el estadio, la Comisión de Contraloría de la Asamblea Nacional le abrió un expediente por daño patrimonial al gobernador del estado Vargas, a quien citó para que compareciera ante el órgano legislativo, llamado que nunca acató.
Tras un año de inactividad en la obra, en 2018 la construcción se reanudó. Allí se vio a García Carneiro entre los meses de enero y febrero apurando a los ingenieros para que terminaran el armazón del estadio a más tardar en abril y poder así avanzar a la segunda etapa: graderías, cerramiento, sanitarios, instalaciones eléctricas, luminarias, grama, escolleras, dogout, techos, pizarras y todo el equipamiento, para lo cual se requerirá una inversión cercana a los 15 millones de dólares.
Ya en el presente, García Carneiro apareció junto con Nicolás Maduro durante el mes de marzo para «inspeccionar» los adelantos de la obra, pero se observaron la misma grúa y las mismas gradas que están sin culminar desde el año 2017.
En esta oportunidad, el líder del chavismo señaló que para el mes de noviembre el estadio Carlos «Café» Martínez sería entregado a los Tiburones para que los varguenses tuvieran la oportunidad de tener a su equipo jugando en su estado.
Ya con tres ponches y una Venezuela sumergida en la peor crisis en todos los sectores, solo queda esperar hasta finales de 2019 para ver si la promesa se cumple, ya que las expectativas de entrega se empiezan a poner cuesta arriba a medida que avanza el año.
Lamentablemente este estadio que lleva media década en construcción es una clara muestra de la negligencia e incapacidad de los gobiernos central y regional para levantar una obra de tal envergadura.