Verdad y libertad, por María García de Fleury - 800Noticias
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Religión

Por: María García de Fleury

Sócrates puso de relieve que la verdad y la fuerza que tiene la verdad, obliga a la libertad humana a través de su conocimiento.

Sócrates fue el primero en enseñar que basta con que el hombre y la mujer se conozcan a sí mismos para que automáticamente pueda prohibirse todo lo que contradice a esta verdad. Ser fiel a la verdad es ser fiel a uno mismo, ponerse en contra de la verdad del propio ser equivale a ponerse en oposición consigo mismo, decía Sócrates.

Por su parte, Jesús resumió toda la enseñanza moral de su evangelio en las palabras “conocerán la verdad y la verdad los hará libres”.

La voz de nuestra conciencia es la voz de la verdad en lo que se refiere a nuestra identidad. La voz de la verdad que te habla en tu interior a través de su conocimiento, aquí está la raíz más profunda de la moral, de la conciencia y de su fuerza acusadora.

Si amigos, nosotros mismos tenemos que admitir el papel de ser nuestros propios acosadores y de aquí vienen los remordimientos de conciencia cuando no hacemos lo que sabemos que es la verdad o de aquí viene también la tranquilidad de conciencia cuando sabemos que hemos hecho lo mejor que hemos podido, a pesar de que las cosas no hayan salido tan bien como lo esperábamos.

Conocer la verdad sobre el hombre y la mujer y enraizarse en ella con la libre elección, es el único camino para alcanzar la plenitud del ser hombre, del ser mujer, de la plenitud de la vida y la plenitud de su libertad. El uso de la libertad contra la verdad, salirse del camino de la verdad equivale a apartarse de la libertad y perder el camino de la vida.

Esto es así amigos porque nosotros lo hemos visto y lo hemos palpado en distintos momentos, que arrancar la libertad humana de la raíz que es la verdad sobre lo que significa ser humano, ha llegado en nuestros siglos tanto a una hecatombe de aniquilación física de millones de existencias humanas, como a producir el suicidio moral de todos aquellos que pretendían manifestar y confirmar su libertad a través del derecho a matar a los demás.

La violación de esta verdad resultó igualmente mortífera para las instituciones con cuya ayuda esta libertad intentaba justificar el derecho a matar. Un símbolo trágico de esta situación fue la experiencia en Auzwitch expresadas en las palabras “horno homini”, el horno del hombre.

En la encíclica “El esplendor de la verdad”, Juan Pablo II aprovechó esta experiencia tan trágica, que concientizamos que la tragedia del Horno Homini de Auzwitch contiene la respuesta a esta pregunta y a la vez es una amonestación.

Juan Pablo II quiso recordar a los hombres y mujeres de nuestro siglo, extraviados y que experimentan una profunda crisis moral, que el único camino que los puede llevar hacia el regreso a sí mismos y hacia la salvación, hacia la liberación y hacia la confirmación de su propia libertad, viene a través del conocimiento de la verdad de ellos mismos y a través de la difícil y valiente elección de esa verdad.

La liberación y la felicidad del hombre y la mujer llegará cuando descubran su propia dignidad y se decidan a elegirla, sabiendo que en la lucha por esta grandeza no estamos solos nunca porque a nuestro lado siempre esta Jesucristo que es Dios hombre, el redentor del hombre y con Dios siempre ganamos.