«Vengan a Mi los cansados y agobiados», por María García Fleury
Por María García Fleury
El apóstol San Pablo le escribió a los Romanos y les dice que no vivan conforme al desorden egoísta del hombre sino, conforme al espíritu porque el espíritu de Dios habita en ellos y quien no tiene el espíritu de Cristo no es de Cristo. Si el espíritu del padre que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en cada uno de ustedes entonces el padre que resucitó a Jesús de entre los muertos también les dará vida a sus cuerpos mortales por obra de su espíritu que habita en ustedes. Y Jesús dice también vengan a mi todos los que están fatigados por la carga y yo les daré alivio, aprendan de mi que soy manso y humilde corazón y encontrarán descanso porque mi yugo es suave y mi carga ligera.
De nuevo encontramos el contraste entre la palabra de Dios y lo que el mundo y la sociedad ofrecen lo permanente frente a lo pasajero y lo trivial. Jesucristo nos respeta a la hora de decidir, pero invita a que nuestra elección se la adecuada, superando la apariencia de lo que como engaño se presenta con atractivo, su invitación es a todas las personas no hay discriminación. Ante la confusión y el desorden que existe a nivel mundial, entre tanto problemas, y en especifico a nivel sexual, Jesús invita a que nos movamos a que reaccionemos para evitar el agobio y el sentimiento de carga pesada que impone la vida, tomando las enseñanzas que él dio.
Recordemos que Dios cuando creó a Adam dijo, no es bueno que esté solo, voy a hacerle una ayuda adecuada, e hizo a Eva de la costilla de Adam. Es por esta razón que el matrimonio en el que las dos personas se vuelven uno, existe. El hombre y la mujer se complementan, son diferentes pero uno, no es superior al otro. Ambos son creaciones únicas de Dios que los ve como algo igualmente valioso. Espiritualmente son iguales, fisicamente son diferentes, con anatomía, hormonas y masa muscular diferentes, aún así Dios ha ordenado muchos de los grandes roles para hombres y mujeres y muchos diferentes.
Jesucristo invita a no quedarnos en las apariencias atrayentes que la vida propone, sino más bien a buscar la razón de las cosas, gracias a la cual esta la importancia para la vida personal. Jesucristo no quiere la superficialidad porque es una enfermedad contagiosa del tiempo actual, Jesucristo invita para que nos involucremos con todo aquello de la vida y que tiene que ver con nuestra realidad personal. Vayamos a lo esencial porque de eso depende nuestra vida humana y cristiana. Lo esencial es lo que está al alcance de los pequeños, de las personas sencillas, así lo ha establecido Dios y con Dios siempre ganamos.
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