Venezuela, país dedicado al Santísimo Sacramento del Altar
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A finales del siglo XVXII, el sacerdote venezolano Juan Bautista Castro, capellán de la Iglesia de Santa capilla, considerado como el santuario eucarístico de Caracas, en vista de la situación política, económica y social que vivía Venezuela, promovió la adoración al Santísimo sacramento, la celebración de las 40 horas, sobre todo entre los hombres y al mismo tiempo, el 7 de septiembre de 1893, había fundado la congregación religiosa femenina, de las siervas del Santísimo sacramento.
No contento con esto, promovió la consagración del país entero al Santísimo sacramento. Jamás un país se había consagrado al Santísimo, por lo que empezaron a surgir dudas de que esto se pudiera lograr, sin embargo se constituyó una Junta Nacional presidida por el Dr Francisco Izquierdo Martín que era un amigo del padre Juan Bautista Castro y la jerarquía de la Iglesia provó que se trabajará para lograrlo.
La documentación, los razonamientos y el empeño terminaron después de mucho tiempo y trabajo convenciendo al papá León XVIII de acceder a la petición. Se escogió la fecha del domingo 2 de julio de 1899 para consagrar a la República de Venezuela al Santísimo Sacramento, pues es el día de la mitad del año donde habían pasado seis meses del siglo que terminaba y comenzaban los seis meses antes del nuevo siglo.
Para esta gran celebración de la consagración en el mes de junio, se desarrollaron misiones explicando la importancia de este acto invitando a las personas a confesarse de manera que el 2 de julio, hubiera una gran concentración de personas, recibiendo la Sagrada Comunión haciéndole honor por parte de todo el país al acto que iba a celebrarse.
Desde el sábado primero de julio, se comenzó a ver en todas las iglesias adornos con la bandera nacional, flores, imágenes religiosas, banderas con franjas rojas y blancas que llevaban en el centro grabada, una custodia y la inscripción «Nuestro refugio está en el Santísimo Sacramento».
Estos adornos se veían también en las fachadas de muchas casas, al mediodía de ese 1 de julio sonaron las campanas de todas las iglesias, y en la noche todo permaneció muy iluminado; al amanecer del 2 de julio de 1899 las iglesias se comenzaron a llenar de personas para participar en la Misa y recibir la Sagrada Comunión, a las 9 de la mañana comenzó el acto protocolar en la Catedral de Caracas, estaban presentes todos los obispos del país, una gran multitud personas con mucho fervor y reverencia.
Se inició con un discurso del Dr Francisco Delgado sobre la divina Eucaristía, luego se escuchó la orquesta dirigida por el profesor y Jordi León interpretando música religiosa así como cantos y plegarias por parte de los sacerdotes y los fieles.
En cada parroquia los párrocos leían el acto de consagración y fueron multitud de hombres y mujeres que comulgaron ese día dando testimonio de su amor a Dios. Seguidamente una gran procesión donde el Arzobispo de Caracas Monseñor Críspulo Uzcategui, junto con todo el Cabildo de Caracas y el clero, se arrodillaron en el presbiterio ante la sagrada ostia y Monseñor leyó con gran fervor en nombre de todos el acta de consejo de la República de Venezuela al Santísimo Sacramento.
Terminó el acto con el canto de Acción de Gracias del Te Deum y la bendición solemne, la Plaza Bolívar quedó iluminada como nunca, por orden del Presidente de la República llamado el general Ignacio Andrade.
Resuenan todavía las palabras de monseñor Uzcategui que decía «Te pedimos Señor que este acto de amor y gratitud sea repetido cada vez con mayor fervor de generación en generación mientras Venezuela exista, para que jamás la parte de tu Sagrado Corazón», así concluía el acto de consagrar a Venezuela a perpetuidad al Santísimo Sacramento del Altar.
Esto quiere decir que Venezuela es de Cristo Eucaristía y de nadie más, que pertenecemos a él y solo a él y que en el corazón de cada venezolano debe arder esa llama de amor por el Santísimo Sacramento del Altar; por eso somos el único país que en el momento de la consagración tiene permiso de la Santa Sede para que suenen las notas del Himno Nacional porque, porque estamos recibiendo a Dios presente en toda su divinidad en medio de nosotros y con Dios siempre ganamos.