Una joven en el Carmelo, por María García de Fleury - 800Noticias
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Religión

Por: María García de Fleury

Santa Teresita del Niño Jesús nació en la ciudad Francesa de Alenzón, el 2 de enero de 1873. Sus padres fueron un matrimonio ejemplar, se llamaban Luis Martín y María Celia de Guerín de Martín, ambos la iglesia los elevó a la categoría de venerables. Su madre murió siendo ella muy pequeña y de su educación se encargaron su hermana mayor y su papá.

En noviembre de 1882 Teresita tenía 9 años y le encantaba hacer ramilletes de flores, Paulina, su hermana mayor que ya era monja carmelita le envió una imagen que representaba la fuga de la joven Teresa de Ahumada a quien luego conocemos como Santa Teresa de Ávila, yendo a la tierra de los moros en busca de la vida para siempre. En la carta que acompañaba la imagen Paulina le decía: “Le pido a Jesús que transforme a mi pequeña Teresa en otra pequeña Santa Teresa, lo que yo le pido es que busques todos los días la manera de complacer al niño Jesús ofreciéndole todas las flores de su camino”.

Cuando tenía 15 años estaba convencida de su vocación, quería ir al Carmelo. Teresita siempre había deseado ser santa y sabía que el buen Dios no podía inspirar deseos irrealizables, por eso decía “puedo a pesar de mi pequeñez aspirar a la santidad, quiero buscar el medio de ir al cielo por un camino bien derecho, muy breve, un pequeño camino completamente nuevo, quisiera yo también encontrar un ascensor para elevarme hasta Jesús, porque soy demasiado pequeña para subir la dura escalera de la perfección”.

Cuando entró en el Carmelo de Lisieux, Teresita quiso conservar su nombre de bautismo y eligió seguir el misterio del niño Jesús. En el Carmelo vivió dos misterios, la infancia de Jesús y la pasión de Jesús, ambos con un fuerte significado espiritual. Se ofreció a Dios como su instrumento buscando recorrer de buena gana y con buen ánimo el camino del niño que se duerme sin miedo en los brazos de su padre.

Teresita quería seguir a su santa patrona Teresa de Ávila pero a su manera, es decir, pequeñita. Cada una tuvo su propia Belleza, cada una puso de relieve el verdadero sentido de la vida mística, vida que es testimonio de una misma heroicidad de virtudes, ambas vivieron el deseo de amar a Jesús hasta la locura, el amor a la sagrada escritura, el amor al silencio, a la contemplación, el amor a la vida fraternal y la dimensión apostólica y misionera. El testimonio de ambas ha hecho que los papas las declararan Doctoras de la iglesia.

Desde el Carmelo Teresita mantuvo correspondencia con dos sacerdotes misioneros, uno de ellos enviado a Canadá, y el otro a China y los acompañó constantemente con sus oraciones, la vida de Santa Teresita, una joven en el Carmelo, enseña que podemos vivir nuestro cielo en la tierra, haciendo el bien a los que están a nuestro alrededor, actuando con bondad siempre, buscando lo mejor para los demás, enseña a servir a los demás con amor y perfección viendo en ellos a Jesús.

Toda la vida de Teresita fue de servicio a los demás, ser mejores cada día con los demás en los detalles de todos los días, ese es el gran aprendizaje. Amigos, Santa Teresita del Niño Jesús decía “para mi orar consiste en elevar el corazón, en levantar los ojos al cielo donde esta Dios”, porque con Dios ¡siempre ganamos!