Varios estudios científicos prueban que beber alcohol después de entrenar es malo a varios niveles, y particularmente dañino para los músculos.
El principal problema de esta sustancia es que evita que la reconstrucción de fibra muscular y tejidos destruidos con el ejercicio se realice al 100%. Es un proceso que se inicia pocos minutos después de terminar de hacer deporte y que con el deporte no funciona a pleno rendimiento.
Según parece, está comprobado que el consumo de alcohol bloquea la producción de algunas de las hormonas necesarias para que el organismo repare adecuadamente los tejidos.
El alcohol tiene un efecto vasodilatador periférico, es decir, abre los vasos sanguíneos para que circule más sangre por ellos. Eso hace que en zonas con pequeñas hemorragias el sangrado aumente y no se recupere adecuadamente la musculatura ejercitada.