«La violencia no sirve para vencer ni para convencer»
Las dramáticas horas que vivió Cristo en la cruz antes de morir fueron revividas ayer por el obispo auxiliar de Caracas, Fernando Castro, en el sermón de las Siete Palabras, oficio solemne del Viernes Santo. Frente a una nutrida platea de fieles que colmaron la Catedral, Castro repasó las últimas frases pronunciadas por Jesucristo aclarando que se trata de un mensaje religioso, no de denuncia ni de confrontación.
La primera palabra: «Padre, perdónales porque no saben lo que hacen», le sirvió al sacerdote para recordar cuántas muertes, atropellos e injusticias genera el odio. «El odio destruye todo a su paso. La lucha de clases que fomenta el comunismo está basada en el odio. Sin verdad no hay perdón. Señor ayúdanos a vivir el heroísmo del perdón. Muchos en Venezuela han perdonado a pesar del dolor profundo de la pérdida de seres queridos. Aún queda Cristianismo en la Tierra».
Envió un mensaje de solidaridad, cercanía, afecto a todas las familias que han perdido a seres queridos por la violencia irracional, por asesinatos y en las manifestaciones recientes y nombró a algunas de las víctimas: Daniel, Gustavo, Adriana, etc. «Oramos por sus familias para que tengan paz. Que no haya más violencia que los niños no vean más violencia».
Al recordar la segunda palabra: «Te lo aseguro hoy estarás conmigo en el paraíso», exhortó a los feligreses a pedir con audacia, como el buen ladrón, seguros de que su oración será escuchada. «Jesucristo no responde nada a quien lo ofende, que buena lección nos da».
Fue en la tercera palabra «Mujer, ahí tienes a tu hijo» donde lanzó una de las proclamas más críticas al referirse a las madres que han perdido a sus hijos fruto de la violencia, pero también a aquellas que ven el aborto como una opción producto de una sexualidad irresponsable. «Tenemos que afirmar la dignidad humana y cristiana del no nacido». Animó a los artistas, comunicadores, políticos, maestros, legisladores, pastores de la Iglesia a ser pregoneros de la belleza del matrimonio, de la familia compuesta por el exclusivo amor del hombre y la mujer. «Otras formas de convivencia no se pueden llamar familia, aunque lo regule el derecho civil».
Exhortó a los jóvenes a rebelarse contra la erotización de los programas radiales y televisivo, a ser ordenados y maduros en sus relaciones afectivas. La importancia de orar en la adversidad y de abandonarse en las manos de Dios a pesar de las dificultades fue la reflexión de Castro al pronunciar la cuarta palabra: «Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado». «Dios siempre acoge la oración por mas ingenua que sea». Agregó que el vacío en las sociedades materialistas es tremendo por la ausencia de Dios. Sustituyen a Dios por las cosas materiales. El Estado ateo, comunista, quiere resolver todo, sin darle importancia a las personas. El Estado nunca es la única solución así como el capital tampoco lo es. La solución es el amor a Dios, al prójimo, el trabajo honrado, la iniciativa de la persona libre».
Al pronunciar la quinta palabra «Tengo sed», pidió a los fieles que le den de beber a Cristo con una vida cristiana. «Que no mientas, que no robes, que trabajes seriamente, que seas hombre de una sola mujer y mujer de un solo hombre. Que huyas del egoísmo, te alejes del juego, de la caña, de los brujos y adivinos, que no pactes con la mediocridad y que estés orgulloso de ser cristiano». Expresó que nunca se debe usar el poder para dominar sino para servir y recordó la frase: ‘cuando el poder del amor sea más grande que el amor al poder el mundo conocerá la paz’, y esto se aplica a todos».
Hizo un llamado a los fieles a alejarse de la violencia. «La violencia no sirve para vencer ni para convencer».
«Todo está consumado», fue la sexta palabra y en esta parte del sermón llamó a los creyentes a transitar el sendero de la voluntad de Dios. «Cristo quiere que te acerques a Él y te alimentes de sus palabras. El que está con Cristo y su Iglesia nada le falta». Resaltó la importancia del sacramento del Bautizo. «Que ninguna familia deje que sus niños se queden sin el bautismo».
En la séptima palabra: «En tus manos encomiendo mi espíritu», el obispo pidió recordó que la muerte de Cristo se convierte en vida para el cristiano. «Debemos velar por la vida, ser sus defensores y promotores. No se puede atentar contra la vida de nadie, hay que deponer las armas, echar por tierra el odio, las revanchas y los enfrentamientos, dejar de lado la magia, los amuletos, los paleros, la santería. Cristo es el único mediador entre Dios y los hombres».
El obispo llamó a la participación en la misa dominical. Pidió que los gobernantes procuren el bien común, que los jóvenes puedan crecer en paz con un futuro de esperanza y que sean mejores ciudadanos y mejores hijos de la Iglesia. «Cristo nos llama a tener un serio compromiso con la paz».
Fuente: EL UNIVERSAL