Juan XXIII, «el papa bueno», padre de la Iglesia moderna
CIUDAD DEL VATICANO, (AFP) – Juan XXIII (1881-1963), el llamado «papa bueno», que será canonizado el domingo, es considerado como el padre de la renovación de la Iglesia Católica, por haber lanzado en 1962 el Concilio Vaticano II, y por su compromiso en defensa de la paz, cuando el mundo estaba amenazado por una guerra atómica.
El pontífice, reputado por su sencillez y afabilidad, estuvo al frente de la Iglesia apenas cinco años, desde 1958 hasta 1963. Fue beatificado el 3 de septiembre de 2000 por Juan Pablo II, junto a quien será canonizado el domingo por el papa argentino Francisco.
Se ganó la reputación de progresista por haber promovido el diálogo con otras religiones y con los no creyentes y por haber destacado las raíces judías del cristianismo, intentando cerrar antiguas cicatrices.
Angelo Giuseppe Roncalli nació el 25 de noviembre de 1881 en Sotto il Monte (norte de Italia), en el seno de una modesta familia campesina de Lombardía. Estudió en el Seminario Pontificio Romano y fue ordenado sacerdote en 1904 y obispo en 1925. Emprendió la carrera diplomática y fue enviado a Bulgaria, Turquía y finalmente a Francia poco después de la Segunda Guerra Mundial.
Evitó que miles de judíos fueran a campos de concentración
Durante el conflicto mundial ayudó a salvar a miles de judíos de la persecución nazi en Hungría, lo que ha sido reconocido por importantes organizaciones judías.
«Fue una de las personas más sensibles ante la tragedia judía e hizo mucho para salvarlos», indica una inscripción en el portal Yad Vashem, el Memorial del Holocausto de Jerusalén.
Su estratagema -un plan para bautizar a judíos húngaros, que con esos certificados evitaron ser enviados a los campos de concentración- salvó a 24.000 personas, según testimonios dados ante los tribunales de Nüremberg.
En 1953 fue designado cardenal y nombrado patriarca de Venecia.
Tenía 77 años cuando fue elegido papa, el 28 de octubre de 1958, con el nombre de Juan XXIII, sucediendo a Pío XII.
«Voy a abrir la ventana de la Iglesia»
El nuevo papa, que era visto al principio como una figura de transición, sorprendió al mundo al anunciar el 25 de enero de 1959 la celebración del Concilio Vaticano II, una asamblea con todos los obispos del mundo para cambiar a la Iglesia, que llegó a inaugurar el 11 de octubre de 1962.
«Yo voy a abrir la ventana de la Iglesia con el fin de que podamos ver lo que sucede afuera y que el mundo pueda ver lo que pasa en nuestra casa», clamó entonces.
La noche de su elección al trono de Pedro, ante la muchedumbre, pronunció el memorable «Discurso a la Luna», con el que estableció un contacto directo y humilde con la gente, que ha servido de inspiración al argentino Francisco.
«Aquí, de hecho, está representado todo el mundo. Se diría que incluso la Luna se ha apresurado esta noche, observadla en lo alto, para mirar este espectáculo», afirmó bajo la luz de una espléndida luna de octubre.
«Regresando a casa, encontraréis a los niños; hacedles una caricia y decidles: ésta es la caricia del papa», concluyó, empleando palabras simples e innovadoras.
«Con Juan XXIII la Iglesia era menos lejana», comentó el vaticanista Gian Franco Svidercoschi.
Al principio los sectores conservadores del Vaticano pensaban que el Concilio no debatiría asuntos importantes, pero rápidamente se dieron cuenta de que no sería así.
La crisis de los misiles en Cuba
El Concilio Vaticano II debatió muchos temas, desde abandonar la sotana hasta el latín como idioma oficial de la Santa Sede, pasando por la libertad de conciencia y de religión, el diálogo con otras religiones y con los no creyentes y modificó la actitud del catolicismo hacia los judíos.
El Concilio Vaticano II no había concluido cuando Juan XXIII falleció, el 3 de junio de 1963, luego de haber publicado la encíclica «Pacem in Terris» (Paz en la tierra).
Pocos meses antes de su muerte, en octubre del 1962, había enviado su histórico mensaje radial urbi et orbi a las embajadas de Estados Unidos y la Unión Soviética para pedir la paz y frenar la llamada crisis de los misiles en Cuba, que amenazó con desencadenar una guerra nuclear.
Sabía combinar dinamismo con tradición
Juan XXIII «dejó en todos el recuerdo de un hombre con los brazos abiertos para acoger al mundo», aseguró Juan Pablo II el día de su beatificación en el 2000.
El papa Francisco decidió de forma poco tradicional -aunque las normas canónicas lo establecen como una prerrogativa del pontífice-, que Juan XXIII sea canonizado aun sin que la Congregación para la Causa de los Santos comprobara que había intercedido en un milagro.
«Todos nosotros conocemos las virtudes y la personalidad del papa Roncalli y no hay necesidad de explicar los motivos de la decisión de Su Santidad», adujo el portavoz del Vaticano, padre Federico Lombardi.
Su secretario privado, Loris Capovilla, de 98 años, explicó que uno de los secretos de papa Roncalli era «su capacidad de combinar dinamismo con tradición, conservadurismo con apertura evangélica».
Numerosas anécdotas circulan sobre su agudo sentido del humor y su admirable don para no tomarse en serio a sí mismo.
Contaban en Roma que Juan XXIII dijo poco antes de morir: «Si desde el comienzo de la eternidad Dios sabía que yo iba a ser papa y tuvo 80 años para irme modelando ¿por qué me hizo tan feo?».