Cruzada del Papa agita a la mafia
CIUDAD DEL VATICANO.— La dura e incisiva cruzada contra la corrupción que lleva a cabo el papa Franciscopodría crearle problemas de seguridad, porque los sectores financieros de la mafia comienzan a sentirse nerviosos con un discurso pontificio que afecta sus intereses. Lo anterior lo afirma en una entrevista al periódico Il Fatto Quotidiano, Nicola Gratteri, procurador adjunto de la región italiana de Reggio Calabria —la de mayor densidad mafiosa del país—, quien desde 1989 se mueve permanentemente acompañado por una escolta.
Luego de señalar que el Papa va en el camino correcto y que es coherente y creíble en su lucha en pro de “una limpieza total”, Gratteri puntualiza que la mafia financiera, “aquella cuyo poder y riqueza derivan directamente de la Iglesia, es la que está nerviosa y agitada”. Esto se debe, añade el procurador, a que el Papa “está desmontando los centros de poder económico en el Vaticano”, lo cual hace suponer que “si los jefes pudieran hacerle algo, no dudarían en actuar”.
Sin embargo, el funcionario dice no saber si el crimen organizado está en condiciones de actuar contra el Papa, aunque dice estar “seguro de que reflexiona al respecto y esto puede ser muy peligroso”. Sobre la mafia financiera, Gratteri explicó que no se trata de los “padrinos” de antaño, ahora en la cárcel, sino de “los mafiosos que invierten y reciclan dinero, los que actualmente tienen un poder verdadero, los que siguen nutriendo la convivencia con la Iglesia. Estos son los sujetos que se están poniendo nerviosos”.
Para aclarar este “matrimonio” mafia-Iglesia, el procurador dio diversos ejemplos: “Cuando la Suprema Corte condenó a un capo mafioso, el obispo de Reggio Calabria dijo que no podía decir nada porque podía tratarse de un error judicial; y hace algunos años, durante el matrimonio de la hija de un súper boss, en la catedral de Reggio Calabria, llegó nada menos que una bendición papal. En Roma no podían saber quién era esta persona, pero en Calabria todos los sabían y nadie dijo nada, porque algunos sacerdotes van a tomar café a la casas de los mafiosos”.
Esos sacerdotes, dijo, se justifican diciendo que van para redimirlos, lo cual “entendería si éstos se arrepienten verdaderamente, pero no si continúan matando o importando cocaína. En realidad lo que hacen es simplemente darles una mano”.
Este perverso connubio, que no es sólo con la mafia, es el origen del motu proprio con el que en diciembre de 2010 el papa Benedicto XVI promulgó la ley pontificia antirreciclaje, que tenía como objetivo adecuar el Estado Vaticano a las normas europeas e internacionales en materia de trasparencia bancaria: esta ley, que entró en vigor en abril del 2011, también instituyó la Autoridad de Información Financiera, que con poderes de control e inspección del IOR, el banco de la Santa Sede. En 2012, Washington incluyó al Vaticano en la lista de Estados potencialmente susceptibles de lavar dinero.
Andrea Zucchi, del diario online Oggi Notizie, cuestionó la versión de Gratteri, diciendo que “lanza la piedra y esconde la mano, ya que dice no saber si el crimen organizado está en condiciones de hacer daño al Papa, pero está seguro de que reflexiona sobre esto”. Para Zucchi, Gratteri propone un análisis en un contexto de “fantacrimen”, quizá sin reflexionar que una alarma de tal dimensión debería lanzarse sólo si hay elementos suficientes para convalidarla.