El papa Francisco: cada uno debe creer en su «ángel de la guarda»
CIUDAD DEL VATICANO, (AFP) – El papa Francisco ha asegurado este jueves que cada uno debe creer en su «ángel de la guarda», «compañero de viaje», y rezarle para estar seguro de tomar las buenas decisiones a diario.
Jorge Bergoglio que ha hablado, desde el principio de su pontificado, del Diablo y de su influencia en el mundo, evoca también a los ángeles, como hizo Benedicto XVI, a pesar de que la creencia en estos seres invisibles, muy importante en la religión popular hace un siglo, parece hoy obsoleta para muchos católicos.
«Esta doctrina sobre los ángeles no es fantasiosa, no, es real», ha insistido Jorge Bergoglio.
«Todos tenemos, según la tradición de la Iglesia, un ángel que nos protege y nos hace entender las cosas», ha explicado durante su misa cotidiana en la capilla de su residencia de Santa Marta en el Vaticano.
La Iglesia católica celebraba este 2 de octubre los «santos ángeles de la guarda», y Francisco sigue escrupulosamente el calendario litúrgico y el de los santos.
«Cuántas veces hemos oído: ‘no deberías hacer esto así… y, cuidado, que esto no está bien’. Es la voz de nuestro compañero de viaje», ha explicado el papa, antes de recalcar: «Nadie camina solo y nadie puede pensar que está solo».
El papa Francisco ha seguido hablando de un tema que parece estar a años luz de las preocupaciones contemporáneas: «¿Cuál es mi relación con mi ángel de la guarda? ¿Debo escucharle? ¿Debo decirle buenos días por la mañana? ¿Debo decirle: ‘cuídame durante el sueño’? ¿Debo hablar con él? ¿Debo pedirle consejo?».
El pasado lunes, Francisco había evocado el combate entre el diablo, Lucifer, ángel caído según la Biblia, y los ángeles: «El diablo presenta cosas como si fueran buenas, pero su intención es la destrucción. Y los ángeles nos defienden, defienden a la humanidad (…) Por eso la Iglesia honra a los ángeles».
Francisco, que rinde culto a la Virgen María y a «la Sagrada Familia», vuelve a manifestar una fe tradicional, popular, que no entra en contradicción con sus acentos modernistas y progresistas en asuntos sociales.