Lewis Hamilton, el «lord» de la Fórmula 1
Lewis Hamilton siempre fue considerado un portentoso del automovilismo. Desde sus inicios, en los karts, hasta su título mundial, en el 2008 con McLaren, cuando en un dramático final logró vencer al brasileño Felipe Massa (98-97 puntos), el inglés convirtió su nombre en una marca registrada de victorias, de triunfos, de un futuro indescriptible.
Luego del título de pilotos de la escudería británica y pese a las grandiosas habilidades de Hamilton, este empezó a ver diezmados sus resultados. McLaren nunca más pudo volver a poner a punto su auto. Pasaron cuatro años más y Lewis debía luchar no solo contra sus rivales, también contra su propio carro, que nunca respondió a sus exigencias.
Entre el 2009 y el 2012, nunca más supo qué era terminar en el podio. Dos quintos (2009 y 2011) y dos cuartos lugares (2010 y 2012), sus mejores posiciones con McLaren, que, avergonzada, abrió sus puertas para que Hamilton buscara nuevos horizontes.
Y para el 2013, la opción de que liderara el proyecto de Mercedes, sustituyendo a nadie menos que el mito del automovilismo moderno, el alemán Michael Schumacher (siete veces campeón mundial), llamó poderosamente su atención. Al mando del auto 10 de la escudería germana, Hamilton y el local Nico Rosberg dieron resultados. Entre ambos acumularon tres triunfos (Hungría, Mónaco e Inglaterra), uno para el británico y dos para el alemán. Mercedes escoltó en el Mundial de Constructores a Ferrari y la ilusión del proyecto ya marcaba diferencias. Al final, y después del poderío de Sebastian Vettel, a la postre campeón, Hamilton terminó en un honroso cuarto lugar, mientras que Rosberg lo hizo de sexto.
Las buenas sensaciones latían más fuerte. En el 2014 Mercedes se proyectaba como una gran amenaza, no para Ferrari, que ya mostraba pinceladas de su detrimento, sino para Red Bull, hasta entonces la todopoderosa maquinaria austríaca que había gobernado los últimos cuatro campeonatos, tanto de pilotos como de constructores.
El proyecto que una vez lideró el inglés Ross Brawn comenzaba su aplastante temporada. En Australia, Hamilton debió retirarse por un daño en el coche. Se prendían las alarmas para el británico. Caso contrario para el alemán Rosberg, quien debutaba en el 2014 con un arrollador triunfo. Mercedes prendía entonces motores.
Llegó la segunda válida del Mundial, en Malasia. Hamilton no dio oportunidad a nadie: pole y triunfo, y empezaba su dominio. Llegaron los grandes premios de Baréin, China y España, y todos fueron dominados por Mercedes, Hamilton y Rosberg. No había cabida para otro carro en las pistas, sino para el 9 y el 10 del equipo alemán. El campeón del 2008 no mostró límites. Sus ganas de volver, tras tantos años ausente de gloria, resaltaban de nuevo esas cualidades que lo habían catapultado como uno de los grandes del automovilismo mundial.
En Mónaco, una de las pruebas más anheladas por los pilotos de la F1, el triunfo se le escapó. Debió conformarse con el segundo lugar, escoltando a su compañero, Nico Rosberg. La fraternidad entre ambos empezaba a resquebrajarse. Tanto Hamilton como Rosberg entendieron que ganar era cuestión de tiempo, que sus autos eran los más potentes; entonces, ¿quién sería el elegido?
Canadá y Austria parecían abrir las puertas del título a Nico. Un segundo y un primer lugar le permitían tomar una escasa, pero manejable, diferencia frente a Hamilton, que acumulaba entonces un retiro y un segundo puesto. Frente a su público, Hamilton no desentonó. En Silverstone, su W05 Hybrid marchó como el mejor de los relojes suizos y, a pesar de haber salido de sexto, rápidamente se puso al frente para dominar el circuito. La victoria lo acercaba a Rosberg, quien no acabó por problemas mecánicos.
Pero nuevamente las cosas parecían irse a la basura. Alemania, Hungría y Bélgica, tres de los circuitos de mayor prestigio del campeonato, no fueron de mayor ayuda. Dos terceros lugares y otro retiro, sus logros.
Sin embargo, Lewis Carl (el segundo nombre en homenaje al su gran ídolo de su padre, el atleta Carl Lewis) supo mantener la calma y tener la paciencia de los campeones.
Llegaron los premios de Japón, Rusia y Estados Unidos, nuevamente el inglés abría brecha y soñaba con el bicampeonato.Después de la adversidad y la ventaja que iba tomando Rosberg hacia el título, la recta final del campeonato no pudo ser mejor. Italia sería la puerta y la catapulta al éxito del piloto británico, que consiguió en los grandes premios de Italia y Singapur, los que dominó de principio a fin. Hamilton sabía que no podía dar más ventajas, Rosberg fue segundo en Monza, aunque el retiro en Singapur fue la verdadera diferencia a la hora de lograr el título del 2014.
Atrás de él, Rosberg. En ese momento del campeonato, el español Fernando Alonso (Ferrari) y el alemán Sebastian Vettel (Red Bull) se dedicaban a negociar sus respectivos contratos para el 2015, con McLaren y con Ferrari.
En Brasil, los papeles se voltearon y fue Rosberg quien logró romper su racha negativa de siete premios sin triunfo. La oportunidad de arrebatarle el mundial a Hamilton estaba viva; Abu Dabi –que otorgaba doble puntuación al ganador– ganaba la expectativa que la FIA tanto había buscado para desenvolver del aburrimiento de los últimos años a la joya del automovilismo mundial.
Ese fin de semana, la pole de Nico creaba malicia en lo que podría ser el remate de la F1. Pero la carrera fue otra cosa: Hamilton ganó y Rosberg finalizó de 14. El inglés, entonces, fue campeón.
Información http://www.eltiempo.com/deportes/automovilismo/lewis-hamilton-el-lord-de-la-formula-1/15026878