Rusia 2018, la próxima
Llevar una Copa del Mundo por primera vez al Este de Europa no es algo sencillo. Al menos así lo sugieren el contexto político-social y el ambicioso proyecto de Rusia 2018, la próxima parada del Mundial.
Pese a la alta inversión hecha para realizar Brasil 2014, el próximo torneo se convertirá, por amplia diferencia, en la Copa más cara de la historia, con un costo aproximado de 21 billones de dólares.
En principio, el país euroasiático presentó su candidatura con la idea de tener 13 ciudades sede y 16 estadios (tres refaccionados y 13 nuevos), por lo que la nación estimaba un gasto de $3.82 billones solo en los recintos deportivos. Esa propuesta se impuso en la ronda final (13 votos) sobre las que presentaron Portugal/España (7) y Bélgica/Holanda (2).
Posteriormente, se redujo el número de ciudades a 11 y de estadios a 12 -10 de ellos serán nuevos-, para que el torneo tuviese un índice de viabilidad más favorable.
Primer obstáculo
Tras serle otorgado a Rusia el honor de recibir una Copa del Mundo, hubo negatividad entre las primeras reacciones de una parte de la opinión pública. Y es que el racismo es un problema acentuado en el país. Además, el fútbol es uno de los espacios en los que se presenta con mayor frecuencia este mal.
Los gestos discriminatorios dirigidos a personas de nacionalidad, etnicidad o color distinto, se transforman en cantos, pancartas ofensivas y cambures que caen sobre el césped.
Figuras como Roberto Carlos, Yaya Touré y el propio venezolano José Salomón Rondón, han sido víctimas de ese comportamiento.
Incluso, el equipo donde milita Rondón, el Zenit de San Petersburgo, recibió una carta de sus fans en la que pedían que todos los jugadores negros u homosexuales fuesen excluidos del plantel. Para ese entonces (2012) el criollo aún no estaba en el club que, por cierto, respondió diciendo que no apoyaba esas «posturas arcaicas».
Si ya era una preocupación el tema del racismo en Brasil 2014, lo será más en Rusia 2018. Sin embargo, la FIFA ha hecho saber que no se trata de un conflicto que pueda solucionarse solo con su intervención.
«Por supuesto que podemos imponer sanciones (por racismo), pero en orden de prevenirlas hay un programa educacional que se debe hacer en Rusia», destacó Jerome Valcke, Secretario General de FIFA, en una rueda de prensa durante 2013. Por su parte, el presidente del organismo, Joseph Blatter, completó diciendo: «los boicots deportivos raramente son la solución a un problema. No podemos ir a un país o a una sociedad y decirles que paren. Ese no es el deber de la FIFA, pero podemos detenerlo en el fútbol. El Comité Disciplinario debe imponer suspensiones o reducir puntos».
Segundo obstáculo
El contexto social no fue lo único que influyó en la opinión pública, ya que este año se completó la polémica adhesión de Crimea y Sebastopol a Rusia. Esto terminó de llevar las diferencias con Ucrania a un punto más alto, provocando comentarios de diferentes gobiernos.
Varias solicitudes llegaron a la FIFA para que la organización del Mundial de 2018 fuese entregada a otro país. No obstante, el ente rector del fútbol ratificó su decisión, pese a que en la Asamblea General de las Naciones Unidas se aprobó una resolución en apoyo a la integridad territorial de Ucrania y, por ende, en rechazo al Referéndum de Crimea que anexó la península a Rusia.
Pero FIFA, mediante Blatter, expresó que esto no tendría interferencia alguna.
Liga en crecimiento
En medio de una lluvia de críticas, se asomó un rayo de sol. Y es que el Mundial de 2018 traería consigo una infraestructura importante para la Liga Premier de Rusia, un certamen en franco fortalecimiento.
Incluso, el torneo figuró en la octava posición de las Mejores Ligas del Mundo, su mejor puesto hasta ahora, según el ranking anual de la Federación Internacional de Historia y Estadística del Fútbol.
Diversos matices y todavía quedan muchos otros por aparecer, a cuatro años de Rusia 2018. Pero la polémica no falta, esa que también desde ya persigue a Qatar 2022.
Información El Universal