Santoral del día | San Pedro Poveda Castroverde
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Sus padres fueron José Poveda Montes y María Linarejos Castroverde Moreno. Desde pequeño expresó con convencimiento su atracción por el sacerdocio ingresando con 14 años en el Seminario de Jaén. Continuó sus estudios en el Seminario mayor de Guadix (Granada, España), siendo ordenado sacerdote en 1897.
Ya sacerdote en Guadix, desempeñó diversas responsabilidades eclesiásticas y pastorales. Entre las primeras, la secretaría del propio obispo, la dirección del Seminario y diversas cátedras. Además de estas responsabilidades, desde 1901 se acercó progresivamente a una zona de cuevas que permanecía dolorosamente ignorada por los habitantes de la ciudad, hasta llegar a un compromiso con sus habitantes que desembocó en una intensa tarea de promoción humana y cristiana. Creó escuelas para niños y niñas, organizó clases para adultos, comedores populares, talleres para las mujeres, buscó profesorado suficiente, reconstruyó la antigua ermita, pidió dinero a todos para las Cuevas. Consecuentemente surgieron problemas y se produjeron situaciones tan difíciles para el que se vio obligado a abandonar Guadix en 1905.
En 1906 fue nombrado canónigo de la Basílica de Covadonga, en la zona asturiana del norte de España. Más joven que el resto de sus compañeros, se ocupó de numerosos asuntos relacionados con el Cabildo y con las necesidades del santuario. Y, naturalmente, dedicó su actividad pastoral a la atención de los numerosos peregrinos que permanentemente afluían a la Cueva de la Santina. Al mismo tiempo dedicó todo el tiempo posible a la oración y el estudio, un binomio que marcará un estilo propio a lo largo de su vida.
Siempre atento a los problemas de su tiempo, visitó con frecuencia las ciudades asturianas de Oviedo y Gijón lo que posibilitó su percepción clarividente de la difícil situación que afectaba al mundo de la educación, la formación de los maestros y muy especialmente de las maestras.
Desde Covadonga comenzó a escribir sobre temas pedagógicos, a escribir artículos y folletos, a colaborar con asociaciones de maestros y a publicar donde y como le era posible. En 1911, con algunas jóvenes colaboradoras, puso en marcha un original centro para formación de alumnas de Magisterio que denominó «Academia». Al año siguiente surgió un centro similar en Linares, «su pueblo» y otro en Jaén. En 1914 puso en marcha en Madrid la primera residencia universitaria femenina del país. Y así sucesivamente hasta llegar a casi todas las ciudades importantes de España y traspasar fronteras hacia Chile, donde envió a tres colaboradoras para la dirección de una Escuela Normal de maestras, y hacia Roma donde otras jóvenes trabajaron en la Universidad como estudiantes, como docentes y como investigadoras.
Desde 1913 vivió en Jaén donde llegó como canónigo de aquella catedral. En Jaén fue profesor del Seminario y de ambas Escuelas Normales, colaborador activo de entidades, asociaciones y círculos obreros. En Jaén solicitó la ayuda de Josefa Segovia, una joven de la ciudad formada en la Escuela Superior del Magisterio y a punto de obtener su título como Inspectora de Primera Enseñanza y profesora de Normal. Con su apoyo y el de un grupo numeroso de jóvenes estudiosas y sólidamente formadas, consolidó la Institución Teresiana cuyo origen quedaba en aquella Academia de Oviedo, adoptó para su obra la titularidad de Santa Teresa de Jesús, y la preparó para su aprobación ante la Santa Sede, que le fue concedida en 1924.
En 1921 fue nombrado Capellán Real y trasladó su residencia a Madrid. En la capital de España, donde ya funcionaba la residencia universitaria desde 1914, multiplicó su actividad tanto personal como en relación con la Institución Teresiana que crecía imparable. Fue requerido para el desempeño de diversas tareas, como la organización de las juventudes universitarias católicas, la coordinación como conciliarlo de los padres de familia católicos, la fundación de la FAE (Federación de Amigos de la Enseñanza), la elaboración de un proyecto para una universidad católica en España, y otros. Al mismo tiempo formó parte de la Hermandad del Refugio dedicada a la atención de los más pobres, mayores y niños abandonados.
La última etapa de su vida coincidió con los años agitados previos a la guerra civil, en la que los enfrentamientos en todos los órdenes hicieron casi imposible la convivencia. La persecución religiosa adquirió tintes dramáticos y Pedro Poveda fue una de las primeras víctimas. Fue apresado en su propia casa momentos después de celebrar la Eucaristía y entregó su vida por la fe en la madrugada del 27 al 28 de julio de 1936. Sus palabras de presentación fueron: «Soy sacerdote de Jesucristo». Su cuerpo fue encontrado en el cementerio de la Almudena. Fue beatificado por San Juan Pablo II en Roma.
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Beata Alfonsa de la Inmaculada Concepción Muttathupadath