Santo Tomas Becket noble, político, religioso y mártir, por María García de Fleury - 800Noticias
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Soy María García de Fleury

Santo Tomas Becket nació en 1118 en una familia noble de origen normanda. En sus primeros años de vida, su educación estuvo a cargo de los monjes del convento de Merton, que era una pequeña abadía situada en el centro de Londres que hacía las funciones de escuela local.

Más adelante estudio en Francia y en la Universidad de Bolonia y se distinguía por sus cualidades intelectuales. A los 24 años estuvo a punto de morir porque se cayó en un canal de agua y fue arrastrado por la corriente hasta un molino, que se detuvo de forma instantánea cuando Tomás se acercó a las aspas. Tomás tomó aquel suceso como un aviso y consiguió un puesto como ayudante de Teobaldo, el arzobispo de Inglaterra, un empleo en el que fue ascendiendo rápidamente.

En 1154 se convirtió en diacono de la diócesis de Canterbury y un año después el nuevo rey de Inglaterra, Enrique II, lo nombró canciller del Reino. Tomás fue el hombre de más confianza del monarca, vivió una vida agitada en medio de los privilegios del poder, sin embargo, era muy generoso con los pobre y mostraba una gran libertad interior aun frente al rey de quien se convirtió no solamente en consejero sino también en su mejor amigo.

En 1611, a la muerte del obispo de Canterbury, el papa Alejandro III lo nombró arzobispo. Ese nombramiento fue fuertemente apoyado por su buen amigo el rey Enrique II, entonces Enrique II quiso aprovechar la ocasión de ilimitar la libertad y la independencia de la Iglesia Católica en Inglaterra escribiendo las constituciones de Clarendon y le pidió a Tomás que firmara la carta que ilimitaba las prerrogativas de la Iglesia.

Pero Tomás, consciente de su nueva posición como arzobispo se negó a firmar y dijo » mis deberes y obligaciones son mucho más con Dios que con un rey terrenal». Tomás Becket fue quien introdujo los postulados reformistas en Inglaterra sobre la total independencia de las estructuras eclesiásticas nacionales con respecto a la posición del rey. El amigo de un tiempo se transformó así, a los ojos del rey, en un gran enemigo y esto marcó el inicio de su mala relación con el rey Enrique II, que no cesó en su empeño de llenar la trayectoria de Tomás como arzobispo de obstáculos.

Lo mandó al exilio, vivió en un monasterio cisterciense seis años en Francia, pero cuando regresó a su Canterbury se cuenta que un día Enrique II dijo «No podrá haber paz en mi reino mientras viva Becket». Por eso, lo mandó a asesinar.

Cuatro asesinos entraron a la iglesia donde estaba rezando y gritaron » ¿Dónde está Tomás el traidor?» y él les respondió «Estoy aquí pero no como traidor sino como obispo y sacerdote de Dios. Acepto la muerte por el nombre de Jesús y por la Iglesia».

Este ha sido un extraordinario testimonio cristiano de quien había sido un hombre de poder , habituado a mandar, que ahora moría acuchillado en el interior de su catedral. Murió como ciervo de cristo y mártir porque se renegó a renegar de la fe, porque subo defender y custodiar la libertad de la Iglesia católica con su vida.

Era el 19 de diciembre de 1170, apenas tenía 52 años. La conmoción que produjo el asesinato fue inmensa más allá de los confines de Gran Bretaña porque todos lo reconocían como un verdadero hombre de Dios y amigos con Dios siempre ganamos.

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