Santa Teresa de Jesús, por María García de Fleury
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Soy María García de Fleury.
Santa Teresa de Jesús, conocida también como Santa Teresa de Ávila, tuvo una vida digna de un libro de aventuras. Nació en 1515 y a los 20 años entró en el convento de Las Carmelitas llamado «La Encarnación». A los 40 años tuvo su gran conversión y aquí comenzaron sus visiones místicas y sus grandes escritos.
En 1562, el papa Pío IV le permitió trasladarse al convento de San José, en Ávila, España, pudiendo iniciar la reforma del Carmelo al fundar Las Carmelitas Descalzas. En apenas 20 años Santa Teresa fundó 16 conventos por toda España, a pesar de la incomprensión y persecución de algunos dentro de la Iglesia.
Hasta tuvo que presentarse ante el Tribunal de la Inquisición en 1575 para ser juzgada, pero gracias al apoyo del papa pudo continuar con su labor misionera. Convencida de que Dios eso era lo que quería de ella, Santa Teresa no se dejaba intimidar.
Escribió un libro llamado «El camino de perfección» para dirigir a sus religiosas allí quiso plasmar la esencia de su proyecto de vida en el Carmelo desclaso, una vida de oración y que es amistad con Dios y con los demás, y que por tanto compromete a la persona entera.
Teresa profundizó en tres temas que consideraba imprescindibles para quien desea convertirse en una persona orante: Amor, libertad y orar. Escribió también el libro «Las Fundaciones» para edificar y alentar a sus monjas. En cuanto al Castillo Interior puede considerarse que lo escribió para la instrucción de todos los cristianos y en esa obra se muestra como verdadera doctora de la vida espiritual.
Teresa vivió lo que se conoce como «La transverberación» que es una de las gracias que se describen como herida mística y que recibió en 1560 en el convento de la encarnación de Ávila, en España, y que relata con palabra vibrante en su libro «El libro de la vida».
La tradición de los Carmelos de Ávila se le ha llamado siempre «la gracia del dardo». Allí, Santa Teresa expresó esa transverberación diciendo que había un ángel cerca de ella hacia el lado izquierdo, en forma corporal, no era grande sino pequeño, hermoso, el rostro lo tenía encendido y parecía como uno de esos ángeles de color muy subido que parece que todos se abrazan. Le veía en las manos un dardo de oro largo, y al final del hierro, que parecía un poco de fuego.
Este sentía que el ángel se le metía por el corazón y era tan grande el dolor que le hacía dar grandes quejidos. Santa Teresa decía que: no era un dolor corporal sino espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aun bastante, es un requiebro suave que pasa entre el alma y Dios que suplico yo a su bondad a Dios, que le de a gustar a quien piense que estoy mintiendo».
Santa Teresa de Jesús falleció en 1582 en Alba de Tormes, en España, habiendo hecho cosas impensables para una mujer de hace cinco siglos porque impulsó una verdadera orden religiosa para mujeres y otras para hombres. Abrió numerosos conventos, escribió grandes obras de espiritualidad, renovó a la Iglesia.
Fue la primera mujer declarada doctora de la Iglesia y todo lo hizo gracias a su ímpetu y amor a Dios porque ella sabía que con Dios siempre gánanos.
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