Santa Rosalía de Palermo y las epidemias, por María García de Fleury - 800Noticias
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Religión

María García de Fleury

El nombre Rosalía proviene de la unión de dos nombres de flores en latín, Rosa, que símbolo de la realeza, y Lirio, símbolo de pureza. Históricamente se sabe que Rosalía nació en 1130, en una de las familias más importantes de su tiempo, descendientes de Carlo Magno y de la corte normanda de Roger II, donde Rosalía vivió su infancia y adolescencia y se convirtió en una de las damas de honor de la reina.

Su nacimiento y su vida hasta los 40 años están envueltos en una serie de leyendas, fruto de la devoción popular, que surgió cuando Rosalía aún estaba viva y se alejó del mundo para vivir el resto de sus días en una cueva en el Monte Pelegrino, en oración y adoración a Dios.

La gente de Palermo la llamaba Santuzza porque era bajita de estatura. En las distintas parroquias con su nombre, como la de Latillo, la celebran el día de su muerte, el 4 de septiembre. En Palermo la celebran también el 11 y el 15 de junio, pues en 1624 se desató la epidemia de peste negra, traída a la isla por un bergantín de túnes cargado de víctimas de la peste.

El obispo de Palermo trató por todos los medios de ayudar y consolar a la gente, pero todo parecía impotente hasta que apareció Santa Rosalía cerca de la cueva de Monte Pelegrino. La primera en la fue Girolama Lagatuta, una abordadora que estaba enferma con la fiebre y estaba en el Hospital Grande de Palermo. La vio como una monja vestida de blanco seguida por un rastro de relámpagos. La tocó y sanó milagrosamente.

La monja era Santa Rosalía, quien le pidió a la mujer que fuera al Monte Pelegrino donde se había erigido un altar de piedra dedicado a ella. Girolama no hizo caso y volvió a enfermarse. Al final subió a la cueva el día de Pentecostés con su esposo y dos amigos. Ahí bebió el agua clara que brotaba de las paredes rocosas de una cueva y se recuperó milagrosamente.

Girolama volvió a ver a la santa, que le reveló dónde estaban sus restos mortales. Ella dio aviso inmediatamente al obispo y fueron a buscarla. Los restos fueron recuperados bajo una gran losa de mármol y calcarenita. Los huesos eran muy blancos, incrustados en la calcarenita y desprendían un intenso olor a flores. Fueron llevados al Palacio Orzo Bispal para examinarlos y guardarlos.

Al año siguiente, en febrero de 1625, Santa Rosalía se apareció de nuevo en el Monte Pelegrino a Vincenzo Bonelli, un fabricante de jabón de Monte Piedad, a punto de quitarse la vida después de haber visto morir de peste a su joven esposa.

La santa lo detuvo y le dijo al hombre que la peste habría terminado si sus restos hubieran sido llevados en solemne procesión por Palermo, cantando el Tedeum Glaudamus. Con tanta gente muriendo y con la imposibilidad de detener la peste, el 9 de junio de 1625, el arzobispo de Palermo, junto con todo el clero y las personalidades políticas de la ciudad, sacaron en procesión las reliquias de la santa y fueron llevadas en procesión al son de las notas del Tedeum Glaudamus.

De inmediato, la epidemia se detuvo y la gente comenzó a sanar. Cuando Baltasar de León estuvo preso en España y se enfermó, invocó a Santa Rosalía y le ofreció que si vivía regresaría a Venezuela y en el latillo haría una capilla para la devoción de Santa Rosalía. Y así lo hizo.

Hoy la celebramos como una santa a quien invocar en casos de epidemias y enfermedades frente a Dios, porque por su historia hemos aprendido que con Dios siempre ganamos.

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