Santa Rosa de Lima y algunos de sus milagros, por María García de Fleury
Por: María García de Fleury
Isabel Flores de Oliva nació en Lima, Perú en 1586, la bautizaron como Isabel pero su mamá cuando le veía ese rostro tan rosadito la empezó a llamar Rosa y aunque vivió sólo 31 años su fama de santidad fue tal que es la primera persona que antes de ser canonizada como santa fue proclamada de manera excepcional patrona del Perú, del nuevo mundo y de Filipinas y se convirtió en la primera santa de América.
Rosa nunca fue monja religiosa, fue una laica que perteneció a la orden terciaria de los dominicos, en su juventud conoció la vida de Santa Catalina de Siena, la más famosa terciaria dominica y quiso imitarla por eso se vestía con una túnica blanca y un manto negro, llevaba una vida consagrada a Dios en su propia casa.
Como dominica seglar daba clases a los niños, tanto de religión como de música incluyendo guitarra, arpa y citara, cultivaba el huerto de la casa y cosía para mantener y ayudar económicamente a su familia.
La vida familiar era sencilla pero nunca le faltaba lo necesario, Rosa dedicaba gran parte de su tiempo a la contemplación, leía libros espirituales, animaba a los sacerdotes para que atrajeran a todos hacia el amor, a esa conversión íntima con Dios. Tenía una pequeña ermita en el huerto de la casa de sus padres y allí pasaba horas rezando por las obras misioneras de la iglesia, por la salvación de los pecadores y de los indígenas. Tenía inmenso amor a la eucaristía y a la santísima virgen y predicaba el rezo del rosario.
Se dice que en América no hubo un misionero que con sus predicaciones haya logrado más conversiones que las que logró Rosa de Lima con su oración.
La historia cuenta que Rosa se había colocado una cadena alrededor de la cadera a manera de penitencia, pero el metal le estaba causando profundas heridas que amenazaban con afectarle la salud, ella se lo contó a su confesor y este le pidió que se las retirara. Rosa le respondió “no puedo hacer nada porque la llave la arrojé en el pozo”.
El sacerdote le pidió Rosa que fueran juntos al pozo a orar y en el momento en que estaban orando la cadena se abrió milagrosamente y Santa Rosa quedó liberada de su dolorosa penitencia. De ahí viene la tradición de que el día de su fiesta desde las 6 de la mañana cuando se abren las puertas del santuario los creyentes acuden a lanzar en el pozo una carta con peticiones dirigida a la santa.
Las colas que se hacen son larguísimas, se han contado hasta más de 500 mil personas y ese día son miles los que ven sus solicitudes cumplidas.
Dicen que el milagro más conocido y el que motivó para que la nombraran como santa, fue cuando le estaban narrando al papa Clemente décimo las historias de Isabel Flores y él dijo: “Mmm, ¿Patrona?, ¿Santa? y además la bautizaron como Isabel ¿y la llaman Rosa?, pues que lluevan flores sobre mi escritorio si eso es verdad” y al instante una lluvia de rosas cayó sobre la mesa del Papá y en ese instante aprobó su canonización porque sin duda era un milagro del cielo y comprendió que a quien llamaban Rosa de Lima había vivido siempre de la mano de Dios y ¡con Dios siempre ganamos!