Santa Lucía Yi, mártir de China, por María García de Fleury - 800Noticias
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Soy María García de Fleury.

Lucía nació el 17 de enero de 1815 en Maiyang, Sichuan, China. Era la más joven de cinco hermanos y según la costumbre cultural, desde que Lucía era una niña, la comprometieron para casarse.

Pero Lucía era una niña muy piadosa y desde los 12 años ella decidió mantenerse virgen. Por eso fingió estar loco y su prometido rompió el pacto matrimonial. Desarrolló un gran amor por la lectura y por el estudio. A los 20 años, en medio de su educación superior en un convento, se enfermó gravemente y después de su recuperación tomó su vida espiritual aún más en serio.

Se dedicó a la oración con gran devoción y asumió una forma de vida muy parecida a la de una religiosa mientras permanecía en medio de su familia. Después de la muerte de su papá, vivió con su hermano y con su mamá y en su tiempo libre enseñaba la fe a los niños cercanos y también en la escuela de Mianyang.

Después de cuatro años, se mudó con su mamá a Chongqing, pues su hermano se trasladó hacia allí para ejercer la medicina. En Chongqing, animada por el sacerdote del lugar, empezó a enseñar a las mujeres en la parroquia y cuando le ofrecieron dinero por su trabajo, se negó a tomarlo y le ofreció su trabajo a Dios.

Unos años más tarde, su hermano regresó a Wuyang y murió su mamá. Entonces decidió vivir en el convento de las vírgenes laicas, porque así podía seguir su trabajo misionero de difundir el Evangelio. Poco después, su mala salud la obligó a regresar a su casa. En 1861, el obispo Hu le pidió que enseñara una vez más en el convento y, a pesar de la oposición de los familiares, volvió a trabajar allí. Al año siguiente, inauguró una misión en Jianghanlong junto con un sacerdote llamado el Padre Wen Nair. En ese momento, el administrador de la provincia Wusu comenzó a incitar el odio contra los cristianos y el magistrado local lo apoyó. Como resultado, tres laicos católicos y el padre Wen fueron encarcelados y sentenciados a muerte sin juicio formal.

El 18 de febrero, el día que los iban a ejecutar, se encontraron con Ji Shen Mei en la carretera y la encarcelaron. Se le procesó ese mismo día. Le hicieron propuestas ventajosas si renunciaba a su fe, pero Lucia Ji se negó a renunciar a Cristo y al Evangelio y por eso la condenaron a muerte. Al día siguiente, al mediodía del 19 de febrero de 1862, fue decapitada en la localidad de Kaiyang cerca de Mianyang en la provincia de Sikwani. Antes de ser ejecutada, quisieron desnudarla, pero ella se opuso enérgicamente y le permitieron permanecer vestida. Apenas tenía 47 años.

Los creyentes valientes llevaron los cuerpos de los cinco mártires al lugar del seminario en Liuchongwang para su entierro. Después del martirio de Lucia, su gorro, su sombrero, que estaba todo manchado de sangre, fue llevado como una preciosa reliquia hasta su casa y se lo pusieron sobre su sobrina Paula, que estaba muy enferma. Inmediatamente, la jovencita Paula quedó milagrosamente curada.

Santa Lucía Ji forma parte del grupo de los santos mártires de China canonizados por Juan Pablo II en el año 2000. En Huizhou hay una iglesia en memoria de todos ellos, porque todos ellos entregaron su vida por vivir su fe en Cristo, convencidos de que es con Dios con quien siempre ganamos.

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