Santa Jacinta Marto, por María García de Fleury
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Jacinta de Jesús Marto fue una pastorcita que nació en Aljustrel, Portugal el 11 de marzo de 1910 y murió a los 10 años en Lisboa el 20 de febrero de 1920.
Su vida estuvo llena de valentía y amor, y a dejado un ejemplo importantísimo a nivel mundial, de cómo una niña pequeña puede influir y hacer a los adultos tomar conciencia.
Desde pequeña ella, su hermano Francisco y su prima Lucia cuidaban a las ovejas, jugaban y rezaban juntos. Jacinta tenía un gran amor por el baile, le encantaba la música, era alegre y le encantaba recoger flores silvestres.
Desde el 13 de mayo al 13 de octubre de 1917, la virgen se les apareció en varias ocasiones en Portugal y ella les pedía «recen, recen mucho y hagan sacrificios por los pecadores, pues muchas almas van al infierno por que no hay quién se sacrifique, ni pida por ellas».
En una de las apariciones, los tres niños tuvieron la pavorosa visión del infierno y vieron las ruinas de las almas que caen en el. De todo el mensaje de Fátima, lo que más le impresionó a Jacinta fue la visión de las consecuencias del pecado y la ofensa a Dios y en los castigos de los condenados al infierno.
Una vez exclamó «qué pena tengo de los pecadores. Si yo pudiera mostrarles el infierno». A Jacinta se le concedió la visión de ver los sufrimientos del sumo pontífice y lo contó de esta manera: «Yo lo he visto en una casa muy grande, arrodillado con el rostro entre las manos y lloraba. Afuera había mucha gente. Unos tiraban piedras, otros decían imprecaciones y palabrotas».
Por esto y por otros hechos los niños ofrecían tres Ave María por el Papa después de cada Rosario.
Durante estos sucesos soportaron con valentía las calumnias, las injurias, malas interpretaciones persecución y hasta prisión. Ellos decían «si nos matan, no nos importa, vamos para el cielo».
Luego de las apariciones, Jacinta, Francisco y Lucía siguieron su vida normal. El 23 de diciembre de 1918 Francisco y Jacinta se enfermaron de una terrible epidemia de bronconeumonía. Francisco murió el 4 de abril de 1919.
Por su parte, Jacinta se complicó, se la llevaron al hospital en Lisboa y antes de irse le confió a su prima Lucía «sufro mucho pero ofrezco todo por la conversión de los pecadores y para desagraviar al corazón inmaculado de María. Falta poco para irme al cielo. Dile a toda la gente que Dios concede gracias por medio del inmaculado corazón de María, que le pidan a ella, que el corazón de Jesús quiere que a su lado se venere el inmaculado corazón de María. Que pidan la paz en el inmaculado corazón, que Dios la confió a ella».
Operaron a Jacinta. Los dolores eran espantosos, pero ella rechazaba las medicinas, invocaba a la virgen y le ofrecía todos sus dolores por la conversión de los pecadores.
El 20n de febrero de 1920, pidió confesarse, comulgó y falleció. Tenía apenas 10 años. Su vida se consumió por una sed insaciable de salvar a las almas en peligro del infierno. Vivía apasionada por el ideal de convertir pecadores a fin de arrebatarlos del suplicio del infierno, porque Jacinta aún siendo una niña entendió que con Dios, siempre ganamos.