Santa Isabel de Portugal, por María García de Fleury - 800Noticias
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Religión

por: María García de Fleury

Isabel de Aragón, nació en 1271 en Zaragoza, España, desde pequeña recibió una esmerada educación orientada a convertirse en una reina y siempre mostró una fe inquebrantable unida a un deseo de vivir una vida de piedad y de ser religiosa, pero su infancia duró poco porque su padre pactó con Portugal su enlace matrimonial con el rey Dionís cuando ella apenas tenía 11 años.

Al convertirse en reina tan joven, comenzó un tiempo difícil para ella, pero se ganó el cariño de un pueblo que la admiraba por su devoción y generosidad. Isabel se veía muy afectada porque su marido, que era un buen gobernante, era también un hombre muy violento, poco afectuoso, vicioso e infiel, sin embargo, le dejaba a Isabel plena libertad para dedicarse a la piedad y a las obras de caridad.

Isabel se levantaba de madrugada, leía el libro de los salmos, asistía a la misa, se dedicaba a dirigir las labores del numeroso personal del palacio, y en horas libres se reunía con otras damas a coser y a bordar para fabricar vestidos para los pobres. Las tardes las dedicaba a visitar a ancianos y enfermos y a socorrer a cuanto necesitado encontraba.

Isabel rezaba por su marido, ofrecía sacrificios por su conversión y se esforzaba por convencerlo con palabras bondadosas para que cambiara su conducta; llegó hasta el extreño de educarle a los hijos naturales que el tenía con otras mujeres. Isabel tuvo dos hijos, Alfonso y Constanza, el primero dio muestras desde muy joven de poseer un caracter violento, rebelde en parte por las preferencias que su padre demostraba por sus hijos naturales.

En dos ocasiones Alfonso promovió la guerra civil en su país y se declaró contra su propio padre; Isabel trabajó hasta lo increíble con su bondad, su amabilidad, su extraordinaria capacidad de sacrificio y su poder de convicción hasta obtener que el hijo y el papa hicieran las pases. Existen cartas que confirman esto, como por ejemplo, cuando le escribió a su esposo como una loba enfurecida a la cual le iban a matar a su hijito «lucharé por no dejar que las armas del rey se lancen contra nuestro propio hijo, pero al mismo tiempo haré que primero me destrocen a mi las armas de los ejércitos de mi hijo antes de que ellos disparen contra los seguidores de su padre».

Otro día le escribió a su hijo «por santa María la virgen te pido que hagas las pases con tu padre, mira los guerreros, queman casas, destruyen cultivos, destrozan todo, no con las armas hijo, no con las armas arreglaremos los problemas, los problemas se arreglan dialogando, consiguiendo arbitrajes para arreglar los conflictos, yo haré que las tropas del rey se alejen y que los reclamos del hijo sean atendidos, pero por favor, recuerda que tienes deberes grandísimos con tu padre como hijo y como súbdito con el rey».Y así conseguía la paz una y otra y otra vez.

Antes de morir, su esposo se arrepintió y pidió perdón a Dios. Como viuda, Isabel se dedicó el resto de su vida a socorrer pobres, auxiliar enfermos, ayudar a religiosos, construyó albergues para indigentes, hospitales, colegios gratuitos, para niños, se dedico a rezar y a meditar.

Anciana y enferma supo del pleito entre su hijo y su nieto, y emprendió un larguísimo viaje para establecer la paz entre los dos, lamentablemente en ese viaje falleció en un convento de las Clarisas, el 4 de junio del año 1336, buscando establecer de nuevo la paz sabiendo que eso era lo que quería Dios y que con Dios ¡siempre ganamos!