Santa Francisca Javier Cabrini, misionera en Nueva York, por María García de Fleury
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Francisca Javier Cabrini nació en Lombardía ,Italia el 15 de julio de 1850, en medio de una familia acomodada. Desde pequeña estaba fascinada con las lecturas y los relatos de hombres y mujeres que habían dejado su parte y emprendieron empresas misioneras en tierra lejana con el propósito de anunciar el evangelio.De jovencita sus padres la enviaron a estudiar con las religiosas de arluno para que fuera maestra.
En 1870 tiempo después de la muerte de sus padre, Francisca intentó ingresar en la congregación con la que realizó sus estudios pero no la admitieron por sus problemas de salud, hizo otro intento con una orden diferente pero tampoco la recibieron. Sus problemas de salud no le permitían ser monja, decepcionada acepto la oferta del obispo de Corongo para ingresar a trabajar en el orfanato llamado «La Casa de la Providencia», allí fue madurando un proyecto espiritual que terminó en la fundación de las hermanas misioneras del Sagrado Corazón.El inspirador proyecto a cuya intercesión consagraron su fundación fue san Francisco Javier, el célebre evangelizador del Japón y en honor a este santo de suita Francisca añadió Javiera a su nombre.
La madre Cabrini entonces emprendió el viaje a Roma con un propósito de obtener la aprobación de la santa sede para su pequeña congregación, el papa León XIII la animó a ir hacia occidente y no al oriente para misionar y le pidió «ve a evangelizar a Nueva York», así en obediencia pero no con mucho convencimiento pero sí totalmente obediente, madre Cabrini cruz el atlántico y llegó a Nueva York en 1889 con un grupo de seis monjas, allí se encontró con una realidad pastoral muy dura entre los inmigrantes europeos, muchos de ellos vivían en la precariedad moral y abandonando su fe.
A pesar de la gran escasez y los obstáculos, poco a poco la congregación se fue expandiendo a lo largo y ancho de los Estados Unidos haciendo crecer la obra de Dios, especialmente entre los inmigrantes y los más necesitados. Santa Francisca tenía un sentido de justicia, ingenio, sentido del humor, una vida espiritual muy fuerte y un entusiasmo inagotable; parecía que ningún obstáculo podría hacerla retroceder cuando se proponía algo, ni las barreras culturales, ni las dificultades de una lengua que no era la suya, el inglés, lograron hacerla desistir afán misionero.
«Ámense unas a las otras, sacrifíquense constantemente y de buen grado por sus hermanas sean bondadosas, no sean duras ni bruscas, no abrigan resentimientos, sean mansas y pacíficas», les repetía a sus religiosas todo el tiempo.
Como misionera la madre Cabrini viajó a Nicaragua, Argentina, Costa rica, Panamá, Chile, Brasil, Francia e Inglaterra. En 1907 fueron finalmente aprobadas las constituciones de su congregación, cuando éste ya estaba presente en ocho países y contaba más de mil religiosas.
Al frente de las escuelas hospitales y otras instituciones de servicio santa Francisca Javier Cabrini, la madre Cabrini falleció el 22 de diciembre de 1917 a los 78 años de edad, víctima de la malaria en la ciudad Chicago Illinois, entregando toda su vida a Dios, porque ella sabía que con Dios siempre ganamos.