Santa Edith Stein, por María García de Fleury - 800Noticias
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Religión

por: María García de Fleury

Edith Stein nació en una familia judía, el 12 de octubre de 1891 en Breslau Polonia, desde pequeña era una niña retraída, siempre absorta en lecturas que muchas veces eran precoces para su edad. La conocían como Edith la inteligente, su voracidad por la lectura y su pasión por el conocimiento fueron decisivos a lo largo de toda su vida.

A los 15 años se declaró agnóstica y decidió dejar los estudios por unos meses, pero no dejó sus inquietudes intelectuales, con gran esfuerzo cuidaba de su familia al mismo tiempo que estudiaba. Trabajaba y estudiaba sin descanso, incluso cuando se iba a dormir dejaba un papel y un lápiz en la mesa de noche para apuntar las ideas que se le ocurrían durante esa noche.

Su tesis doctoral obtuvo la nota de suma cum laude algo realmente raro e impensable en el campo de la filosofía para una mujer, su director de tesis fue el famoso Edmund Husserl, que era el filósofo más importante e influyente de toda Europa y el padre de la fenomenología. Husserl luego la contrató como su asistente.

Después de su experiencia como enfermera durante la Primera Guerra Mundial, donde Edith había tenido que lidiar con los cuerpos de tantas personas magulladas heridas, enfermas, tuvo tú siempre claro que una persona solo podía llegar a existir en relación con los demás. Edith ponía en el centro de la vida la experiencia compartida, la percepción de las vivencias de los demás que consideraba el fundamento de toda relación con el mundo. Para Edith Stein el conocimiento, el amor, el lenguaje, y la experiencia religiosa eran posibles gracias a la relación abierta y natural entre las personas y sus espíritus.

Cuando leyó el libro de la vida de Santa Teresa de Jesús dijo «aquí está la verdad»,  y completamente convencida se convirtió y se bautizó como católica; continuó enseñando resaltando que la filosofía era para ella una forma de vivir la vida en comunidad, entregada a una experiencia de transformación de sí misma y de los demás.

La situación política con Hitler hizo que Edith, una de las mentes más brillantes de Europa, se viera obligada a tomar la decisión de dejar la vida académica, a pesar de eso tenía absoluta convicción de que encontraría un nuevo lugar donde desarrollar sus ideas y su devoción católica. Ese mismo año entró como religiosa en el monasterio Carmelo de Colonia, donde tomó los hábitos y recibió el nombre de Teresa Benedicta de la Cruz, siguió escribiendo y poco después de prometer los votos definitivos como carmelita, llegó la noche de los cristales rotos y la persecución contra los judíos se volvió más violenta.

Fue enviada al convento de Echt en Holanda para proteger su vida, pero cuatro años después oficiales de la Gestapo irrumpieron en el convento y se la llevaron al campo de concentración y exterminio de Auschwitz. Hay varios testigos que cuentan que Edith mostró hasta el último segundo de su vida serenidad, entereza y compasión con una sonrisa que no era una simple máscara sino que iluminaba y daba calor.

Edith Stein, ahora Teresa Benedicta de la Cruz, murió en la cámara de gas, ella que un día dijo «el mundo está lleno de contradicciones, en último termino nada quedará de essas contradicciones, solo el gran amor permanecerá» porque ella estaba convencida de que Dios es amor y que con Dios ¡siempre ganamos!