Santa Clara de Asís, por María García de Fleury
Por: María García de Fleury
Clara, una jovencita italiana de una de las familias más importantes de la ciudad de Asís, al norte de Roma, se negó a casarse cuando a los 18 años, como era la costumbre de la época, quisieron hacerlo sus padres. Ella estaba muy conmovida por la predicación dinámica de su amigo Francisco y como se había él alejado del mundo para dedicarse a la oración.
A los 18 años una noche Clara se escapó de su casa y fue recibida en el camino por Frailes seguidores de Francisco que llevaban antorchas y en la pequeña y pobre capilla llamada “La porciúncula”, Francisco tomó una tijera, le cortó sus largos cabellos dorados, le dio un hábito de lana tosca, cambió su lujoso cinturón por una cuerda común con nudos y la envió a vivir en el monasterio benedictino de San Pablo de las Abadesas; allí clara se enfrentó fuertemente con su familia que no quería que se dedicaran a esa vida, pero Clara se aferró al altar de la iglesia, se quitó el velo para dejar al descubierto el cabello rapado y se mantuvo firme en su decisión.
Quince días después, Francisco le buscó un lugar más seguro en el convento de Sant Angelo, cerca del monte Subasio; al día siguiente su hermana Inés se fugó de su casa y se fue a vivir con Clara, a las dos hermanas se les agregaron una serie de amigas. Francisco les consiguió una vivienda adaptada al ideal de sencillez y pobreza junto a la iglesia de San Damián restaurada por él mismo.
Clara y sus amigos se empezaron a llamar “Las Damas Pobres” o “Las Clarisas”, y empezaron a vivir una vida sencilla de gran pobreza, austeridad y total aislamiento del mundo según una regla que Francisco les dio como segunda orden.
Por instrucciones de Francisco, Clara se convirtió en la abadesa del convento y así fue hasta su muerte; le servían a los enfermos, se ocupaban de los mendigos, vivían una vida de mucha oración y durante sus últimos 27 años Clara estuvo enferma, pero su vida de oración era tan profunda que la llenó de sabiduría y tanto Papas como Cardenales y Obispos acudían a consultarle. La propia Clara nunca abandono las murallas de San Damián.
Un día en 1240, la zona fue atacada por los árabes sarracenos, las monjas entraron en pánico y Clara aun estando enferma salió y buscó la custodia con el santísimo y se colocó en la puerta del convento, cuando se acercaron los invasores ella alzó el santísimo sacramento y le dijo a Dios “Te suplico señor, protege a aquellos a quienes ahora yo no puedo proteger” y a sus hermanas les dijo “¡No tengan miedo, confíen en Jesús!”.
Al ver la ostia consagrada, al ver la custodia con el santísimo los sarracenos se paralizaron y huyeron, esto se conoce como el milagro eucarístico. Santa Clara de Asís es la fundadora de la congregación Las Clarisas, falleció en 1253, llevaba 41 años de entrega, oración y servicio por entero a Dios convencida de que con Dios ¡siempre ganamos!