Santa Angela Merici y la educación, por María García de Fleury
Por: María García de Fleury
Ángela Merici fue una educadora religiosa italiana, fundadora de la orden de las Ursulinas cuya profunda vida de oración y relación con el Señor dio como fruto una serie de encuentros místicos con Dios. Nació en Dezensano, Italia, alrededor de 1474, en una época de grandes sufrimientos y de injusticias sociales, donde la corrupción de los valores morales estaba dejando familias divididas y heridas, las guerras entre naciones y las ciudades dejaban pueblos en ruinas.
A los 10 años Ángela quedó huérfana, entonces ella y sus dos hermanos fueron criadas por un tio suyo; inspirada por el Espíritu Santo se dedicó a dar su vida al servicio de la Iglesia para ayudar a todos a acercarse más al Señor.
Después de la muerte de su hermana se volvió cada vez más devota y se unió a la Tercera Orden de San Francisco donde también se comprometió a permanecer como virgen consagrada. Viendo que las niñas no tenían quién las educara ni las librara de los peligros mortales y que las nuevas ideas en la sociedad llevaban a la gente a querer organizar la vida como si yo no existiera, les abrió su propia casa y comenzó a darles clases, les enseñaba con devoción la fe cristiana católica con su ejemplo y su instrucción les enseñaba a orar y a participar en la vida sacramental de la Iglesia.
La palabra insieme significa juntos y la Unión fue uno de los temas principales de Santa Ángela, creía en la importancia de enseñarle a las niñas y de que vivieran en sus propios hogares con sus familias, uno de sus dichos favoritos era: «El desorden en la sociedad es el resultado del desorden en la familia».
El objetivo de Ángela era elevar la vida familiar a través de la educación cristiana de las mujeres, que eran las futuras esposas y madres.
En 1535, a los 61 años Angela reunió un pequeño grupo de jóvenes para formar la organización laica de mujeres, conocida como La compañía de Santa Úrsula. Santa Úrsula era la patrona en ese momento de las colegialas y los universitarios.
La comunidad que fundó era diferente a muchas de las órdenes religiosas de mujeres que existían en su época, esta compañía de Santa Úrsula fue el primer instituto secular para laicos en la historia de la Iglesia y el primer grupo de mujeres consagradas en trabajar fuera de un claustro o de un convento formal.
Combinó la contemplación del evangelio y sus valores con una vida de acción y servicio dejándose guiar por el Espíritu Santo, fue consejera de gobernadores, doctores, obispos, sacerdotes y de gente sencilla, le decía a compañeras: «si formamos buenas madres cristianas esas recristianizaran al mundo».
Agregaba: «sean como espejos para sus hijos, lograrás más con palabras amables y un trato cortés que con la ira o la reprensión aguda, que nunca deben usarse excepto en casos de necesidad».
Sus últimas palabras fueron «Dios mío, yo te amo», que estás sean también las palabras que nosotros digamos, no solamente al tiempo de morir sino muchísimas veces durante nuestra vida porque al igual que Santa Ángela estemos convencidos de que con Dios ¡siempre ganamos!
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