Santa Ana y San Joaquín, abuelos del Niño Jesús, por María García de Fleury
María García de Fleury
La Iglesia Católica celebra el 26 de julio como Día de Santa Ana y San Joaquín, los papás de la virgen María y abuelos del Niño Jesús. La prueba más grande de la santidad de Joaquín y Ana ha sido la devoción larga, constante y universal hacia ellos. Su profunda fe y confianza en Dios se la enseñaron a la virgen María, aunque quizás no entendieron del todo la misión mesiánica de su pequeño nieto Jesús.
De lo que estamos seguros es que si Dios tiene que crear a alguien después de nuestros padres que pueda amarnos incondicionalmente son nuestros abuelos. Los abuelos desempeñan múltiples papeles en nuestras vidas, hablan y narran historias del pasado familiar, lo que permite que comprendamos nuestros antecedentes e identidad. Cuando cuentan sus luchas y dificultades, inspiran, motivan y ayudan a desarrollar los sueños y la imaginación, nutriendo el yo interior y fomentando el crecimiento mental de los niños y los jóvenes. El conocimiento y la sabiduría que comparten con nosotros es muy valioso.
Los abuelos son los custodios de las tradiciones familiares y del patrimonio cultural. Ayudan a cerrar la brecha entre generaciones y a crear una sensación de continuidad. De aquí que la influencia de los abuelos en la preservación cultural es un aspecto importante en las relaciones intergeneracionales y desempeñan un papel fundamental en la transmisión de valores, rituales y costumbres culturales, enriqueciendo el sentido de identidad y pertenencia de sus nietos, pues todos estamos llamados a conocer nuestro origen cultural y de dónde venimos. Los nietos se benefician de la exposición de los puntos de vista alternativos y la sabiduría que proviene de diferentes épocas. Esto fomenta el pensamiento crítico, la empatía y una comprensión más amplia del mundo. Al mismo tiempo, los abuelos adquieren una visión de los desafíos y oportunidades del mundo moderno, fomentando un sentido de adaptabilidad y curiosidad.
Los abuelos sirven como el pegamento que una a las familias extensas. Las reuniones familiares brindan oportunidades para fortalecer nuestros legados, para fortalecer las conexiones, fomentar un sentido de parentesco y crear recuerdos duraderos. La conexión entre abuelos y nietos es un testimonio del poder duradero de los lazos familiares. Son nuestra protección contra las presiones comunitarias, son guías espirituales porque enseñan cualidades vitales como la compasión, el amor, el afecto, la bondad, el perdón. La importancia de esta relación va más allá del compartir material genético. Moldea valores, fomenta el bienestar emocional y proporciona una base para el crecimiento personal.
Los abuelos ofrecen una riqueza de sabiduría, apoyo emocional y herencia cultural, mientras que los nietos les aportan vitalidad, curiosidad y una nueva perspectiva. Este intercambio intergeneracional enriquece las vidas y crea un legado que trasciende generaciones, recordándonos el papel invaluable que desempeñan los abuelos en la vida de sus nietos y viceversa. Como patronos de los abuelos, San Joaquín y Santana inspiran a muchos abuelos a vivir santamente y velar por el bien espiritual y físico de sus nietos, pues cada nieto tiene una misión maravillosa en el plan de Dios, porque con Dios siempre ganamos.