Santa Ana y San Joaquín, abuelos del Niño Jesús, Por María García de Fleury
Por María García de Fleury
Hoy 26 de julio la Iglesia recuerda a San Joaquín y Santa Ana, los padres de la Virgen María.
A pesar de la importancia de su papel como abuelos paternos de Jesús, no sabemos mucho acerca de ellos. De Joaquín sabemos que era un pastor de Jerusalén casado con Ana, no tenían hijos, era una pareja bastante mayor y le pedían siempre a Dios tener un hijo. Un día, mientras Joaquín estaba trabajando en el campo como siempre, un ángel apareció para anunciarle que tendrían un hijo y Ana también tuvo la misma visión. Al nacer la niña le pusieron el nombre de María.
La tradición señala que los padres y la Santísima Virgen María vivían primero en Galilea y luego se establecieron en Jerusalén donde la educaron enseñándole la ley del Señor. Joaquín y Ana forman parte de esa larga cadena que ha transmitido el amor de Dios en el calor de la familia hasta María que acogió en su seno al Hijo de Dios y lo dio al mundo.
Una antigua tradición de la Iglesia Católica narra que el niño Jesús iba con frecuencia a rezar y a pasear en el Monte Carmelo en Israel junto con sus padres San José y la Virgen María y sus abuelos San Joaquín y Santa Ana. No se sabe cuando, pero si sabemos que Joaquín y Ana murieron en Jerusalén y allí fueron enterrados. Una iglesia conocida en diversas épocas como Santa María in Probática y Santa Ana, fue construida durante el siglo IV, posiblemente por Santa Elena en el lugar de la casa de San Joaquín y Santa Ana y sus tumbas fueron honradas allí.
Santa Ana es invocada como protectora de las mujeres embarazadas que acuden para obtener de Dios tres grandes favores: Un parto feliz, un niño sano y leche suficiente para poder criar al niño; también es patrona de muchos oficios relacionados con sus deberes de madre, entre ellas la lavadoras y las bordadoras.
El Papa Francisco ha invitado a que en este día se celebre la Jornada mundial de los abuelos y de los adultos mayores; el tema de la tercera jornada es «Su misericordia se extiende de generación en generación», recordando aquel encuentro entre la joven María y su pariente anciana Isabel, donde Isabel llena del Espíritu Santo, se dirige a la Madre de Dios con palabras, qué a distancia de milenios, acompañan nuestra oración diaria: «Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre». El Espíritu Santo que había descendido sobre María la impulsa a responder con el Magníficat, en el que proclama que la misericordia del Señor se extiende de generación en generación.
La fiesta de los abuelos recuerda que ellos son un diseño de Dios creador, Dios quiso que existiera la figura de los abuelos como parte de la familia, le recuerda a los abuelos también su responsabilidad de establecer un tono para las generaciones venideras, deben hacer vivir las tradiciones y ofrecerlas como una promesa a los niños pequeños.
Esta fiesta de los abuelos también tiene un mensaje para la generación más joven, les recuerda que la mayor perspectiva y la profundidad de la experiencia y la apreciación de los ritmos profundo de la vida de las personas mayores son parte de una sabiduría que no debe tomarse a la ligera ni ignorarse, porque así lo ha diseñado y lo ha querido Dios y con Dios ¡siempre ganamos!
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