San Vicente de Paul, por María García de Fleury
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San Vicente de Paul nació en Francia el 2 de abril de 1581, y a los 19 años el 20 de septiembre de 1600 fue ordenado sacerdote, obtuvo el doctorado en teología, en un tiempo donde en Francia existió un cúmulo de ideas, pasiones religiosas, políticas, muchas guerras y mucha miseria.
Vicente hizo el juramento de dedicarle toda su vida a socorrer a los necesitados y servir a los pobres, esa fue la clave de toda su vida y la fuente de muchas obras de caridad que hizo.
Vicente de Paul veía a los sacerdotes como elegidos por Dios como instrumento de su inmensa y paternal caridad que quería establecerse en las almas, por eso, decía Vicente de Paul “Nuestra vocación sacerdotal consiste en ir a todas las tierras para inflamar el corazón de los hombres, para hacer lo que hizo el hijo de Dios que vino a prender fuego en el mundo a fin de inflamarlo con su amor, por eso es verdad que son enviado como sacerdote no solamente para amar a Dios sino para hacer que los demás también lo amen, no basta con amar a Dios si mi prójimo no lo ama”, por eso, en vida San Vicente envió misiones y misioneros a Italia, Irlanda, Escocia, Túnez, Argelia, Madagascar, así como Polonia.
Se rodeó de numerosos sacerdotes, colaboradores y seglares y en nombre de Jesucristo los puso a todos al servicio de los que sufren. El camino de San Vicente de Paul fue el de la compasión y la ternura para con quienes se hayan sumidos en el abandono; su Dios era un Dios de ternura y de bondad.
En 1619 Vicente fue nombrado capellán general de las Galeras y allí encontró a hombres dominados por el odio y la desesperación. Vicente no se limitó solamente a darles buenas palabras, sino que pasó a la acción y se ocupó de mejorar en lo que podía las estructuras.
El camino de Vicente fueron los pobres tanto espiritual como materialmente; comenzó a fundar sus caridades, unas se encargaban de atender a los mendigos, otras se ocupaban de las epidemias, otras contra el contagio de la peste y otras se dedicaban a otras calamidades, para esto Vicente Pidió a una joven viuda de 38 años llamada Luisa de Marillac, para ayudarlo a reunir mujeres a quienes enseño sobre la fe, les enseñó a curar a los enfermos y a llevar una buena administración, así fundó a las hijas de la caridad, para que estuvieran en el mundo atendiendo a todo tipo de personas necesitadas; niños y ancianos, locos, presidiarios y a toda clase de pobres.
Para Vicente la oración era lo primero, era muy práctico, pero esa práctica se fundamentaba en una profunda intimidad con cristo, ósea en la vida interior de oración.
Cada martes reunía sacerdotes que se dedicaban a orar, reflexionar y escuchar a Vicente en sus famosas conferencias de los martes. Entre el auditorio estuvieron 22 futuros obispos.
Vicente se negó siempre a cerrar los ojos ante la realidad y lucho contra la miseria a brazo partido, escribió largas consideraciones sobre la humildad como la primera cualidad de un sacerdote, pues eso era imitar a Cristo porque él sabía que con Dios ¡siempre ganamos!