San Pablo de la Cruz y los Pasionistas, por María García de Fleury
EFE | Foto: Referencial
Pablo Francisco Danei Massari nació en Ovada, Italia, en 1694 y es a quien conocemos como San Pablo de la Cruz. Su padre le leía frecuentemente la vida de los santos con el propósito de que Pablo y sus hermanos tomaran ejemplo de ellos y fueran siempre personas mejores. Su madre despertó en él la piedad por la cruz de Cristo.
En la adolescencia, en una misa, Pablo escuchó cómo el sacerdote predicaba arduosamente sobre la penitencia y la oración. Eso le llegó muy profundo al alma y de ahí en adelante comenzó a dedicarle más horas a la oración, la lectura y la meditación del Evangelio. Al mismo tiempo vivía una serena alegría juvenil. Paso a paso fue creciendo en la humildad, en el espíritu de renuncia y la entrega a Dios. Junto con su hermano, llamado Juan Bautista, se dedicaban al servicio de los más necesitados y sobre todo de los enfermos.
Dicen que una noche en sueño se le apareció la Virgen María mostrándole un hábito negro como un corazón, una cruz blanca y el nombre de Jesús, indicándole que estaba llamado a vivir bajo el modelo de Jesucristo crucificado.
Pablo le contó ese sueño a su obispo, quien le propuso hacer lo que la Virgen le pedía, que se vistiera con un hábito negro igual al del sueño. Lo llamó el hábito de la pasión. Hizo votos de promover el recuerdo de la pasión de Cristo. Junto con su hermano, ayudaba a los enfermos convencidos de que ellos estaban unidos a la pasión de Cristo a través del dolor. Enseñaban catecismo y predicaban. Los empezaron a llamar los pasionistas. Pablo se retiró durante cuarenta días a redactar los reglamentos de la nueva comunidad en una habitación húmeda junto a una sacristía y allí bebió a pan y agua durmiendo por la noche sobre paja. Al terminar y a los pocos tiempos, Pablo fue a Roma a hablar con el Papa y a pedirle permiso para formalizar su grupo religioso.
El Papa autorizó los estatutos de la nueva congregación de la pasión a consagrarse y decía que debían dedicarse a la vida de oración, centrándose en la meditación de la pasión del Señor y a la proclamación del misterio del sacrificio de Cristo realizado por la humanidad. Fue después de la aprobación de su congregación que Pablo y su hermano fueron ordenados sacerdotes por el Papa Benedicto XIII en 1727. Pablo fundó también con la misma finalidad el Instituto de las Religiosas Pasionistas de Vida Contemplativa. Fue un predicador incansable de la palabra de la cruz. Evangelizó con su ejemplo, con sus escritos. Inspiraba a quienes lo escuchaban a la conversión, a la penitencia. Muchos lo han considerado como el místico más grande del siglo XVIII. Decía, entre otras cosas, oraciones ejaculatorias frecuentes son importantes. En épocas de aridez ayudan a mantener el recogimiento. Y agregaba, recomiendo encarecidamente a los cristianos la oración según lo permite al estado de vida. Es bueno comenzar la oración por el misterio de la pasión y luego perderse en el mar de la divinidad. El Papa Clemente XIV, sucesor de Benedicto XIV, convocó a San Pablo de la Cruz para que fuera su consejero personal y como señal del patrocinio a la orden que fundó. Le entregó, además de todo, el convento y la basílica de los santos Juan y Pablo, la que se convertiría en la casa madre de los pasionistas.
Hoy y todos los días, amigos, a imitación de San Pablo de la Cruz, meditemos con frecuencia en la pasión y muerte de Jesús para así amarlo cada vez más, amar a nuestro Señor, porque Él es Dios y con Dios siempre ganamos.
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