San Pablo de la Cruz, por María García de Fleury - 800Noticias
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Religión

Por María García de Fleury

El 19 de octubre se celebra a San Pablo de la Cruz, fundador de la congregación de Los Pasionistas, quien nació el 3 de enero de 1694 en Ovada, Italia. Su madre le enseñó a encontrar en la pasión de Cristo la fuerza para superar las pruebas y le recordaba el crucifijo cada vez que tenía algún sufrimiento.

Su papá le enseñaba lo peligroso y dañino que era juntarse con las malas compañías y así lo libró de muchos males y al mismo tiempo le leía la vida de los santos.

A los 15 años Pablo escuchó un sermón que decía «si no se convierten y no hacen penitencia, todos perecerán». El amor que sentía por Jesús crucificado y estás palabras lo llevó a hacer una confesión general y empezar una vida de penitencia muy rigurosa; dormía en el suelo, ayunaba, dedicaba varias horas de la noche a rezar y a leer libros de los santos.

La virgen María se le apareció y le dio a conocer el hábito, el emblema y el estilo de vida de una comunidad religiosa que giraría siempre en torno a Jesús crucificado. Pablo presentó estos mensajes al obispo de Alejandría, monseñor Catinara y a su director espiritual.

El obispo lo revistió del hábito de la pasión el 22 de noviembre de 1720, luego pasó 40 días en una habitación junto a la sacristía de la iglesia de San Carlos, redactando los reglamentos de la futura comunidad. En ese tiempo vivió de pan y agua, durmiendo en un lecho de paja, y a sus experiencias y al estado de su espíritu durante aquella cuarentena se le ha llamado el diario espiritual.

Luego el obispo lo autorizó a vivir en la ermita de San Esteban de Castelaccio, y al realizar apostolado como laico, ayudando a los sacerdotes a dar clases de catecismo y cuidando misiones.

Estuvo en Roma y en la basílica de Santa María la Mayor hizo votos de consagrarse a promover la memoria de la pasión de Jesucristo, obteniendo muchas conversiones. Pablo le llevo el reglamento de su futura congregación que se conocería como los pasionistas al Papá Benedicto XIV, quien los aprobó, pero suavizando los un poco. Empezaron a llegar novicios y pronto tuvo tres casas de religiosas pasionistas.

Dios le dio varios dones a Pablo; el don de la profecía, el don de la curación, y sano muchos enfermos, el don de la bilocación, y el don de la eficacia de la palabra.

Con los brazos extendidos Pablo hablaba de los sufrimientos de nuestro señor en una forma que conmovía los corazones de los más duros e indiferentes.

Cuando confesaba era comprensivo y amable, invitándolos a hacer buenos propósitos y animándoles a cambiar de vida.

Hacia el final de su vida San Pablo de la Cruz fundó en 1771 la comunidad de las hermanas pasionistas como religiosas de clausura. Enamorado de Jesús crucificado desde su infancia le entregó toda su vida a Dios convencido de que con Dios ¡siempre ganamos!