San Muciano María: Creían que no servía para nada, por María García de Fleury
María García de Fleury
Luis José Wiaux nació en Mélec, Bélgica el 20 de marzo de 1841 en medio de una familia católica muy practicante. Luis José desde pequeño tenía dos grandes devociones, el sagrado corazón de Jesús y la Virgen María. Sus amigos para burlarse lo llamaban San Luis Gonzaga por el joven santo jesuita.
Con el tiempo Luis José quiso entrar en la congregación de los jesuitas, pero sus superiores consideraron que no era capaz de cumplir los requisitos de los jesuitas. Siguió existiendo y a los 15 años Luis José fue admitido en el noviciado de las hermanos de las escuelas cristianas. Luego siguió su formación en el Colegio San Jorge de Bruselas y el 11 de septiembre de 1859 fue enviado a las cercanías de Saint-Verduin, donde permaneció hasta su muerte.
A los 17 años Luis José tomó los votos temporales, asumió el nombre religioso de Mutien-Marie y demostró inmediatamente su incapacidad para ser maestro que era para lo que lo habían destinado. Los superiores pensaron en despedirlo sin ver qué hacer con un hombre tan incompetente, pues uno de los profesores sin embargo se sintió conmovido por la angustia de Luis José ante la perspectiva de ser despedido. Convenció a los responsables para que se quedaran con él, limitándole a tareas acordes con su falta de talento. No podía enseñar asignaturas académicas, pero sí podía supervisar los estudios. Le dijeron que estudiara música y aceptó el reto, aprendió a tocar el armonio, el órgano y otros instrumentos. Esto le permitió desempeñar un papel importante en el coro y la orquesta del colegio. También se le dio permiso para dar catequesis dos veces por semana en el pueblo y enseñaba a los niños de las familias más pobres que se beneficiaran con la matrícula gratuita en el colegio.
Lo que más llamó la atención de sus superiores era su total obediencia a sus órdenes, incluso cuando no era lo que él esperaba. Mutién Marí continuó con su vida y sentía que tenía tiempo libre, ya que no enseñaba, así se dedicaba a la oración. Pasaba horas delante del Santísimo Sacramento rezando sin cesar decenas de rosarios. Los niños lo llamaban el hermano que reza todo el tiempo. Luis José escribió en su diario, «pedía a la Santísima Virgen María que me acompañara siempre y en todas partes para estar siempre a su lado. Ella me concedió esta gracia».
Amigos, la oración constante de Mutién Marí impresionaba a quienes la presenciaban y pronto la gente empezó a acudir a confiarle sus intenciones para sí mismo y para los demás. Se rumorea que sus plegarias eran escuchadas con mucha frecuencia. Murió en la mañana del 30 de enero de 1912. Se le dio humilde sepultura, pero en 1926 la afluencia de peregrinos era tan inmensa que hubo que trasladar su tumba. Se habla de curaciones, de milagros.
Amigos, la gloria del hermano que rezaba todo el tiempo se extendió por el mundo entero. Fue canonizado en 1989 sin haber realizado nunca ninguno de los prodigios extraordinarios que muchos imaginan necesarios para la santidad.
Este joven, que no parecía servir para nada y los hermanos de las escuelas cristianas no sabían qué hacer con él, era un hombre que oraba, que tenía como intercesora a la Virgen María y se destacaba por la fidelidad a Dios en los más pequeños detalles de la vida. Su oración era increíblemente eficaz. Estaba siempre en la presencia de Dios, convencido de que con ¡Dios siempre ganamos!
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