San Miguel Arcángel, por María García de Fleury
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En la Biblia, en el libro de Daniel, aparece por primera vez la mención del Arcángel San Miguel, como el custodio del pueblo de Dios. Esta custodia terminó cuando Jesucristo murió en la cruz y la tierra tembló, todo se oscureció y se rasgó el velo del templo. De allí en adelante, el Arcángel San Miguel abandonaba el cuido del templo de la antigua Alianza porque ya el único sacrificio verdadero acababa de consumarse con la muerte de Jesús en el calvario. San Miguel Arcángel pasaba a ser el Custodio de la Iglesia que Cristo fundó.
En la década de 1880, el papa León XIII, en una misa, tuvo una visión en la que vio una batalla entre la mujer vestida de sol y el gran dragón que intentó devorar a su hijo al nacer. El Papa decidió pedir la intercesión de San Miguel, para toda la Iglesia. De acuerdo a León XIII, hay tres demonios principales que hacen que la sociedad sea decadente, ellos son, el disgusto por una vida sencilla y trabajadora, la repugnancia por el sufrimiento y el olvido de la vida futura, hablar del cielo y del infierno.
Escribió una larga oración a San Miguel Arcángel, dándole un folio al secretario para la congregación de ritos, pidiéndole que lo enviara a todos los obispos del mundo indicando que bajo mandato tenía que ser recitada después de cada misa. Esta práctica de invocación a San Miguel Arcángel se celebró hasta que ocurrió el Concilio Vaticano II cuyo mandato de recitar esta oración al finalizar la misa fue revocado, aunque igual los fieles podían continuar con esta devoción de una manera privada.
En 1994, durante el año Internacional de la familia, poco antes de la conferencia de las Naciones Unidas en El Cairo, el papa San Juan Pablo II pidió todos los católicos que rezaran esta oración diariamente por el grave peligro que vivía el mundo y exhortó a todos los católicos a rezarla juntos para poder superar las fuerzas de la oscuridad y el mal en el mundo. Agregó, “debemos dirigirnos a la mujer vestida de sol para superar todas las trampas”.
Esta oración se recortó y ahora dice “San Miguel Arcángel defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y las asechanzas del demonio, reprímele Dios, te pedimos suplicantes, y tú, príncipe de la milicia celestial, arroja al infierno con tu divino poder a Satanás y a los Espíritus malignos que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén”.
La tradición cristiana le da a San Miguel el oficio de pelear contra Satanás, de rescatar las almas de los fieles del poder del enemigo, especialmente a la hora de la muerte, ser el custodio del pueblo de Dios.
San Miguel Arcángel es el príncipe de la milicia celestial. Hay una misteriosa línea imaginaria que une siete monasterios perfectamente alineados, dedicados a San Miguel Arcángel, desde Irlanda hasta Israel. En cada uno de ellos ha habido una o varias apariciones de San Miguel Arcángel. Esta línea sagrada marca, según la leyenda, el golpe de espada que San Miguel Arcángel infligió al diablo para enviarlo al infierno después de una apocalíptica batalla en el cielo. Una advertencia del Arcángel Miguel para que los fieles vivamos una vida recta, respetando siempre las leyes de Dios, ¡porque con Dios siempre ganamos!
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