San Luis IX rey de Francia
Por María García de Fleury
A quien conocemos como Luis IX nació en Francia en 1214, cuando tenía 12 años su padre falleció y fue coronado rey, su madre gobernó el país hasta que él tuvo edad suficiente para reinar. A los 19 años se casó con la jovencita Margarita de Provence y tuvieron diez hijos.
Como rey Luis se dedicó su pueblo, fundó hospitales visitó a los enfermos y como su patrón San Francisco cuidó a los leprosos. Unió a Francia, ciudadanos, campesinos, sacerdotes y caballeros por la fuerza de su personalidad y su santidad, durante muchos años la nación estuvo en paz.
Todos los días Luis tenía invitados especiales entre los pobres a comer con él y a un gran número de pobres se les servía comida cerca de su palacio. Durante el adviento y la cuaresma todos los que se presentaban recibían una comida y Luis a menudo les servía personalmente. Mantenía listas de personas necesitadas a las que socorría periódicamente en todas las provincias de su dominio.
A los 30 años Luis IX se involucró en la guerra de las posadas para salvaguardar tierra santa de modo que los peregrinos pudieran viajar allí con seguridad. A Luis IX también se le atribuye la extensión de la justicia en la administración civil. Redactó reglamentos para sus funcionarios que se convirtieron en la primera de una serie de leyes de reforma.
Reemplazó el juicio por batallas, con una forma de interrogatorio de testigos y alentó el comienzo del uso de una serie de registros escritos de los tribunales. En una carta que le escribió a su hijo, se entiende quién era el rey Luis IX.
Comienza así, diciendo: «Queridísimo hijo, mi primera instrucción es que ames al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu fuerza, sin esto no hay salvación. Guárdate de todo lo que sabes que desagrada a Dios y luz deberías dejar atormentarte por toda clase de martillos antes de permitirte cometer un pecado mortal, si el señor te ha permitido pasar alguna prueba sopórtala de buen grado y con gratitud considerando que ha sucedido para tu bien. Sí el Señor te concede alguna clase de prosperidad, agradécele humildemente y procura que no seas por ellos ni por vana soberbia, porque no puedes oponerte a Dios ni ofenderle en el asunto de sus dones. Ora al señor con devoción, se bondadoso con los pobres los desafortunados y los afligidos, bríndales tanta ayuda y consuelo como puedas, da gracias a Dios por todos los beneficios que te ha otorgado para que seas dignos de recibir mayores.
Se justo con tus súbditos sin desviarte ni a la derecha ni a la izquierda sino manteniendo la línea de la justicia. Procura que todos tus súbditos vivan en Justicia y Paz especialmente los eclesiásticos, se devoto y obediente a nuestra Madre, la Iglesia de Roma y el Sumo Pontífice como tu padre espiritual. Trabaja para eliminar todo pecado de tu tierra, particularmente las blasfemias y las herejías.
Hijo, que el Señor te dé la gracia de hacer su voluntad para que sea servido y honrado a través de ti, para que en la próxima vida podamos verlo juntos, amarlo y alabarlo sin cesar, amén».
Amigos, esta carta demuestra que Luis IX era un rey que amaba a Dios sobre todas las cosas, porque él sabía que con Dios ¡siempre ganamos!
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