San Luis Gonzaga, santo a los 23 años, por María García de Fleury
Por María García de Fleury
San Luis Gonzaga nació el 9 de marzo de 1568 en el castillo de castiglione en la Lombardía, su mamá se había visto tan mal antes de que naciera Luis, que se lo ofreció a la Virgen y lo bautizó al nacer. Por el contrario, a su papá solo le interesaba lo mundano y que fuera un soldado como él.
Desde los 4 años Luis jugaba con cañones y arcabuces en miniatura y a los 5 años su papá se lo llevó al campamento militar donde vivió varios meses. Rodeado por los soldados aprendió la importancia de ser valiente, aprendió la necesidad de sacrificio por los grandes ideales pero también adquirió el vocabulario rudo de las tropas.
En el castillo su papá le puso un tutor para que lo enseñara y el tutor le hizo ver que aquel lenguaje no solamente era grosero y vulgar sino también blasfemo, Luis comprendió que aquello ofendía a Dios y jamás volvió a repetirlo.
A los 11 años estuvo a punto de morir ahogado al pasar el río, que estaba crecido por la lluvia, desde entonces Luis se vio afectado por una enfermedad renal, eso le sirvió de pretexto para aislarse y dedicarle todo su tiempo a la oración y a la lectura de la vida de los santos. Luis empezó a ayunar tres veces a la semana, a levantarse a media noche para rezar arrodillado en el suelo frio, vivía como un monje haciendo penitencia y a pesar de que ya había recibido su investidura como futuro marqués de manos del emperador, mantenía la firme intención de renunciar a sus derechos de sucesión sobre el marquesado de Castiglione en favor de su hermano.
El día de la asunción del año 1583, en el momento de comulgar en la iglesia de los padres jesuitas de Madrid, oyó claramente una voz que le decía, «Luis, ingresa en la compañía de Jesús». Luis se lo comunicó a su mamá y ella lo aprobó, pero su papá montó en cólera a tal extremo que amenazó con ordenar que azotaran a su hijo hasta que recuperara el sentido común.
Toda la familia paterna se oponía a la decisión de Luis, pero viendo la firme decisión de su hijo, su papá le escribió al padre general de los jesuitas diciendo: «Le envío lo que más amo en el mundo, un hijo en el cual toda la familia tenía puestas sus esperanzas».
El 25 de noviembre 1585 ingresó al noviciado en la casa de de la Compañía de Jesús en Sant Andrea, acababa de cumplir los 18 años, sus austeridades, ayunos y vigilias habían arruinado su salud, sin embargo siempre dio muestras de ser un novicio modelo.
En 1591 una epidemia atacó con violencia la población de Roma, los jesuitas abrieron un hospital para ayudar a los enfermos, a Luis le tocaba ir de puerta en puerta mendigando víveres para los enfermos; en un momento dado tuvo que rogarle a sus superiores que le permitieran cuidar de los moribundos, Luis entregó de lleno limpiándoles las llagas, haciendo las camas, preparando a los enfermos para la confesión pero por su debilidad se contagió.
El Padre Provincial fue a visitarlo en su cama de enfermo y Luis le dijo «Padre, ya nos vamos, ya nos vamos al cielo».
El padre Roberto Belarmino rezó junto a Luis las oraciones para la buena muerte y con los ojos clavados en el crucifijo y el nombre de Jesús en los labios falleció en la medianoche entre el 20 y el 21 de junio de 1591 con solo 23 años. Luis estaba feliz de saber que iba al cielo porque sabía que con Dios ¡siempre ganamos!
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