San Juan de la Cruz, por María García de Fleury
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San Juan de la Cruz nació el 24 de junio de 1542, en Fontiveros, España. A la muerte de su padre la familia quedó en la miseria y su mamá se puso trabajar en oficios domésticos, pero se trasladaron al campo a buscar mejores oportunidades y allí aprendió el oficio de tejedor. El ambiente de pobreza y miseria en que vivió Juan le trajo como consecuencia la endeblez de su corta estructura física a consecuencia de la desnutrición y el raquitismo infantil que vivió.
Gracias a la asistencia social prestada a través de distintas instituciones de caridad pudo asistir al colegio de los Niños de la Doctrina, dónde se destacó como buen estudiante, por eso lo aceptaron en el colegio de los Jesuitas y al mismo tiempo trabajaba como enfermero de hospital.
A los 21 años ingresó en la orden de los Carmelitas y siguió estudios en la Universidad de Salamanca hasta su ordenación como sacerdote en 1567. En septiembre de ese año conoció a Santa Teresa de Jesús, quien le habló del proyecto de la reforma de la Orden Carmelita y lo integró en el movimiento reformador. Juan de la Cruz estableció al año siguiente el primer convento de Carmelitas Descalzos, insistiendo en la contemplación y la austeridad extrema.
Se enfrentó con una gran hostilidad de parte de los Carmelitas Calzados, a pesar de lo cual logró desempeñar varios cargos. Enseñó en un colegio de novicios de Mancera, fundó el colegio de Alcalá de Henares y más tarde se convirtió en el confesor del monasterio de Santa Teresa a petición de ella.
La Madre Teresa de Jesús, aunque veía a fray Juan joven de edad, bajo de estatura y flaco, lo llamaba jocosamente «mi medio fraile», pero no dudaba de su santidad y el camino de perfección espiritual que llevaba.
En 1577 prosperaron las intrigas de los Carmelitas Calzados y fue encarcelado en un convento de Toledo durante 8 meses, allí en la cárcel escribió su mayores poemas, «La llama de amor viva», «El Cántico espiritual» y «La noche oscura», los tres están estrechamente relacionados entre sí, pues en ellas condensó sus propias vivencias personales derivadas del constante anhelo de que su alma alcanzara la fusión ideal con su creador.
Pasó el resto de su vida en Andalucía, donde llegó a ser vicario provincial; en 1591 volvió a caer en desgracia y le quitaron todos sus cargos religiosos, pero él se mantuvo siempre fiel en los principios de Dios.
Es uno de los mayores poetas españoles, el máximo exponente de la poesía mística y el patrono de los poetas, escribió «La subida al Monte Carmelo», donde trata de guiar a las personas espirituales en su ascensión el monte de la perfección, para llegar a la unión con Dios, el camino que lleva a esto es estrecho y abrupto.
Nombrado Doctor de la Iglesia, Juan de la Cruz decía: «En la tarde de la vida te examinarán en el amor, aprende amar a Dios como él quiere ser amado. Quien a su prójimo no ama a Dios aborrece». En 1591 durante un viaje a Segovia se enfermó y fue trasladado a Úbeda, allí en Andalucía, murió la noche del 13 al 14 de diciembre, tenía 49 años, su vida fue una total entrega a Dios, porque estaba convencido de que con Dios ¡siempre ganamos!
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