San Juan de la Cruz, por María García de Fleury
Por: María García de Fleury
San Juan de la Cruz nació en Fontiveros, Ávila, España, el 24 de junio de 1542, estudió con los jesuitas y a los 21 años en 1563, ingresó en la congregación religiosa de los Padres Carmelitas de Medina y adoptó el nombre de Fray Juan de San Matías.
Estudió en la Universidad de Salamanca, era rígido, severo consigo mismo y con los demás, llevaba una vida recogida, de oración y de estudio, conocía a Santa Teresa de Jesús, quien influyó notablemente en su obra y con quien colaboró para reformar la orden de los carmelitas, desde ese momento se hizo llamar Juan de la Cruz y fundó el primer convento de los Carmelitas Descalzos.
Santa Teresa de Jesús los llamaba “Mi medio Fraile” por su estatura física, asumió la tarea de reformar la rama masculina de la orden del Carmelo, y a raíz de esto se estableció un conflicto entre los carmelitas calzados y los descalzos por lo que fue incluso encarcelado durante 9 meses en un evento en Toledo acusado de apostata.
En su prisión comenzó a escribir su poesía mística, que ejemplifica desde una bella y musical exposición lírica el contacto espiritual del poeta y el sentir creyente. San Juan incorporó en su poesía experiencias tan personales y profundas como las de Santa Teresa de Jesús y es con ella la cima más alta de la mística española. Se escapó de la prisión en el verano de 1578 y regresó a sus actividades religiosas en Andalucía.
El núcleo más perdurable de su obra se encuentra en tres poemas escritos en liras, que fueron publicados después de su muerte, uno de ellos se llama “La noche oscura del alma”, la otra, “El cantico espiritual”, y la tercera “Llama de amor viva”, con sus respectivos comentarios, que presentan una versión razonada y doctrinal de sus vivencias, la influencia de la biblia es fundamental en sus poesías, porque actúa como molde y catalizador del resto de las lecturas que conforman toda su obra.
Particularmente, es trascendental en el cantico, cuyo simbolismo e imagen tienen su origen en el cantar de los cantares. Una de sus frases más conocidas es “En la tarde de la vida, te examinarán en el amor, aprende a amar como Dios quiere ser amado y deja tu condición”.
Otra frase es “Nunca abandones tu oración, si encuentras sequedad y dificultad, persevera en ella por esa misma razón”. Dios a menudo desea ver qué amor tiene tu alma y el amor no se prueba con facilidad y satisfacción”.
También decía “por muy suavemente que hablemos, Dios está tan cerca de nosotros que puede oírnos, no necesitamos alas para ir en busca de él, simplemente necesitamos buscar la soledad y contemplarlo dentro de nosotros mismos, sin sorprendernos de encontrar allí a un invitado tan bueno”. Agregaba “donde no hay amor vierte amor, vierte amor y atraerás el amor”.
Juan de la Cruz falleció el 14 de diciembre de 1591ª los 49 años en Úbeda, provincia de Jaén a causa de unas calenturas. A su muerte tenía ya gran fama de santidad y sabiduría, de las que dan testimonio precioso sus escritos espirituales.
Sus restos están en el convento de los Carmelitas descalzos de Segovia. San Juan de la Cruz entregó su vida por completo a Dios porque él sabía que con Dios siempre ganamos.